¿QUIÉN FUE REALMENTE MONSEÑOR HELDER CÁMARA?
Julio Loredo de Izcue
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Se ha hablado mucho en estos días sobre Mons. Helder Cámara (1909-1999), cuyo proceso de beatificación ha sido recientemente abierto por el Vaticano. Para el italiano medio —como también para el peruano común—, la figura del que fuera obispo auxiliar de Río de Janeiro y, luego, arzobispo metropolitano de Olinda-Recife, es casi desconocida.
¿Quién fue en verdad Mons. Cámara?
Propaganda que bordea el límite del ridículo
Las únicas noticias sobre Mons. Helder Cámara que pasan por los filtros de la gran prensa, son las provenientes de las “fábricas de propaganda” mediática, de un modo tan desequilibrado que no vacilo en definirlas como bordeando el límite de lo ridículo.
Recuerdo bien, por ejemplo, la reacción de los medios en la época de la muerte de Mons. Helder, en agosto de 1999. Los órganos de prensa laicos de Italia competían entre sí en panegíricos, dándole títulos altisonantes como
“profeta de los pobres”, “santo de las favelas”, “voz del Tercer Mundo”, “San Helder de las Américas” y así por delante. Fue una especie de “canonización” por los medios de comunicación de masas
[1].
Esta misma máquina de propaganda parece haber sido reactivada con la apertura del proceso de beatificación, firmado en el Vaticano el último 25 de febrero. Entretanto, algunas informaciones esenciales sobre el personaje dejan al descubierto un fuerte desbalance entre la imagen que se pretende dar de él y la realidad.
Militante filo-nazi
Tal vez pocas personas sepan que Mons. Helder Cámara comenzó su vida pública como militante filonazista.
Él fue, de hecho, dirigente de la
“Acción Integralista Brasileña” (AIB), el movimiento filonazi fundado por Plinio Salgado. En 1934, el entonces Padre Cámara pasó a hacer parte del Consejo Supremo de la AIB. Dos años después, se tornó el secretario personal de Salgado y desde entonces fue Secretario Nacional de la AIB, participando como protagonista en manifestaciones y desfiles paramilitares que imitaban los de los nazis en Alemania. Sus convicciones pronazis eran tan profundas, que al ser ordenado sacerdote quiso vestir, bajo la sotana, la famosa “camisa verde” que hacía parte del uniforme de la milicia integralista.
- Mons. Helder Camara perteneció en su juventud y llegó a ser dirigente de la “Acción Integralista Brasileña”, movimiento filonazi.
En 1946, el arzobispo de Río de Janeiro quiso hacerlo su obispo auxiliar, pero la Santa Sede recusó, por causa de su precedente militancia pronazi. El nombramiento vino apenas seis años después. Mientras tanto, Helder Cámara había completado su paso del integralismo filonazi al progresismo promarxista.
Cuando, en 1968, el escritor brasileño Otto Engel escribió una biografía de Mons. Cámara, recibió órdenes sumarias de la Curia de Olinda-Recife prohibiéndole publicarlas. El arzobispo no quería que su pasado ideológico fuese conocido...
De la JUC al PC: la migración de la Acción Católica Brasileña
En 1947, el entonces P. Cámara fue nombrado Asistente General de la Acción Católica brasileña, que bajo su influencia comenzó a deslizarse hacia la izquierda, para abrazar, en algunos casos, el marxismo-leninismo. La migración fue particularmente evidente en la JUC (Juventud Universitaria Católica), de la cual Helder Cámara era muy próximo. Así escribe Luiz Alberto Gomes de Souza, entonces secretario de la JUC:
“La acción de los militantes de la JUC (…) fue convertida en un compromiso que, poco a poco, se reveló socialista” [2].
La revolución comunista en Cuba fue recibida con entusiasmo por la JUC. De acuerdo con Haroldo Lima y Aldo Arantes, líderes de la JUC,
“el resurgimiento de las luchas populares y el triunfo de la revolución cubana en 1959 abrió la idea de una revolución brasileña en la JUC (...). El deslizar hacia la izquierda fue muy facilitado por la cooperación de la JUC con la UNE (Unión Nacional de Estudiantes), muy próxima al Partido Comunista. Como resultado de su militancia en el movimiento estudiantil –prosiguen Arantes y Lima–,
la JUC fue forzada a establecer una agenda política más amplia para los cristianos de hoy. Fue así que, en el Congreso de 1960, fue aprobado un documento (…) en el cual se anunciaba la adhesión al socialismo democrático y a la idea de una revolución brasileña” [3].
Durante el gobierno de izquierda del presidente João Goulart (1961-1964), se formó dentro de la JUC una facción radical llamada inicialmente de “O Grupão” (“el Grupazo”), que más tarde se transformaría en Acción Popular (AP), la cual, a su vez, en 1962 se definió a sí misma como socialista. En el congreso de 1963, la AP aprobó sus estatutos por medio de los cuales
“abrazaba el socialismo y proponía la socialización de los medios de producción”. Estatutos que contenían, entre otras cosas, elogios a la revolución soviética y un reconocimiento de la
“importancia decisiva del marxismo en la teoría y en la praxis revolucionaria" [4].
El desvío, entretanto, no paró ahí. En el Congreso Nacional de 1968, la Acción Popular se proclamó marxista-leninista, cambiando su nombre para“Acción Popular Marxista-Leninista” (APML). Visto que nada más la separaba del Partido Comunista, en 1972 se decidió que ella debería ser disuelta e incorporada al Partido Comunista del Brasil. A través de esta migración, muchos militantes de la Acción Católica acabaron participando de la subversión armada durante aquellos años de plomo en el Brasil.
Contra el parecer de no pocos obispos, Mons. Helder Cámara fue uno de los defensores más entusiasmados y convencidos de esa migración de la JUC hacia la izquierda
[5].
Contra Paulo VI y otras rarezas
En 1968, cuando el Papa Paulo VI estaba a punto de publicar la encíclica
Humanae Vitae, Mons. Helder Cámara tomó partido abiertamente contra el Pontífice, calificando sus enseñanzas sobre la contracepción como
“un error destinado a torturar los esposos y perturbar la paz de muchos hogares” [6].
En un poema que realmente provocó escándalo, el arzobispo de Olinda-Recife, ironizaba a las mujeres “víctimas” de la doctrina de la Iglesia (sic), forzadas, según él, a generar “monstruos”: “¡Hijos, hijos, hijos! ¡Si lo que usted quiere es la relación sexual, tiene usted que procrear! ¡Incluso si su hijo nace sin órganos, con las piernas hechas palitos, la cabeza grande, feo como la muerte!”.
Helder Cámara también defendía el divorcio, endosando la posición de las iglesias greco-cismáticas, que “no excluyen la posibilidad de un nuevo casamiento religioso para quien fue abandonado (por el cónyuge)”. Al preguntársele si eso no iría a dar la razón a los laicistas, él respondió: “¿Qué importa que alguien cante victoria, si está en lo cierto?”.
El inquieto arzobispo reivindicaba también, en alta voz, la ordenación de mujeres. Hablando a un grupo de obispos, durante el Concilio Vaticano II, preguntaba insistentemente:
“díganme, por favor, si encuentran algún argumento efectivamente decisivo para impedir el acceso de mujeres al sacerdocio, o si es que se trata solamente de un prejuicio masculino”.
Y no le importaba si el Concilio Vaticano II impidió después esa posibilidad. Según Mons. Cámara, “tenemos que ir más allá de los textos conciliares [cuya] interpretación nos compete a nosotros”. Ese “ir más allá” significa interpretar los textos como se antoje...
Mas sus devaneos no terminan ahí. En una conferencia realizada ante los Padres conciliares, en 1965, afirmaba: “yo creo que el hombre creará la vida artificialmente, llegará a la resurrección de los muertos, y (…) obtendrá resultados milagrosos en la recuperación de pacientes del sexo masculino, a través del injerto de glándulas genitales de monos”.
Defendiendo la Unión Soviética, China y Cuba
Las tomas de posición concretas de Mons. Helder Cámara a favor del comunismo (aunque a veces le criticara el ateísmo) fueron numerosas y consistentes.
Por ejemplo, permanece tristemente notorio su discurso del 27 de enero de 1969, en Nueva York, durante la sexta conferencia anual del Programa Católico de Cooperación Interamericana. Su intervención fue tan favorable al comunismo internacional que le valió un apodo que quedaría indisolublemente ligado a su nombre: “el Arzobispo rojo”.
Después de haber reprobado duramente la política de los Estados Unidos y su posición antisoviética, Mons. Cámara propuso un corte drástico en las fuerzas armadas de los EE. UU., mientras pedía a la U.R.S.S. mantener sus capacidades bélicas, a fin de confrontar el “imperialismo”. Consciente de las consecuencias de esta estrategia, él se defendió de antemano: “¡No me digan que esta proposición colocaría el mundo en las manos del comunismo!”.
Del ataque contra los Estados Unidos, Mons. Cámara pasó a tejer elogios a la China de Mao Tse-Tung, entonces en plena “revolución cultural” que causó millones de muertes. El Arzobispo rojo pidió formalmente la admisión de China comunista a la ONU, con la consecuente expulsión de Taiwán. Y terminó su discurso con un llamado a favor del dictador cubano Fidel Castro, que en aquella época estaba activamente empeñado en promover guerrillas sangrientas en toda América Latina. También exigió que Cuba fuese readmitida en la Organización de Estados Americanos – OEA , de la cual había sido expulsada en 1962.
Esta intervención, tan descaradamente procomunista y antioccidental, fue denunciada por el Prof. Plinio Correa de Oliveira en el manifiesto
“El Arzobispo rojo abre las puertas de América y del mundo al comunismo” :
“...las declaraciones contenidas en el discurso de Mons. Helder delinean una política de rendición incondicional del mundo ante el comunismo. Estamos delante de una realidad chocante: un obispo de la Iglesia Católica Romana empeña el prestigio derivado de su dignidad como sucesor de los Apóstoles para demoler los bastiones de la defensa militar y estratégica del mundo libre frente al comunismo. El comunismo, sí, que es el más radical, el más implacable, el más cruel e insidioso de los enemigos que jamás embistieron contra la Iglesia y la civilización cristiana en todos los tiempos” [7].
Un proyecto de revolución comunista para América Latina
Pero tal vez el episodio que causó mayor asombro fue el llamado “caso Comblin”.
En junio de 1968, un documento-bomba, preparado bajo los auspicios de Mons. Helder Cámara por el sacerdote belga José Comblin, profesor del Instituto Teológico (Seminario), en Recife, se filtró a la prensa brasileña. El documento proponía, sin tapujos, un plan subversivo para desmantelar el Estado y establecer una “dictadura popular” de carácter comunista. He aquí algunos puntos:
Contra la propiedad. En el documento, el P. Comblin defiende una triple reforma –agraria, urbana y empresarial– partiendo del presupuesto de que la propiedad privada, y por lo tanto el capital, son intrínsecamente injustos. Cualquier uso privado del capital debe ser prohibido por ley.
Total Igualdad. El objetivo, afirmaba Comblin, es establecer la igualdad total. Toda jerarquía, tanto en el plano político-social como eclesial, debe ser abolida.
Revolución política y social. En el campo sociopolítico esa revolución igualitaria proponía la destrucción del Estado a manos de “grupos de presión” radicales, los cuales, una vez tomado el poder, deberán establecer una férrea “dictadura popular” para amordazar a la mayoría, considerada “indolente”.
Revolución en la Iglesia. Para permitir que esa minoría radical gobierne sin obstáculos, el documento proponía la anulación virtual de la autoridad de los obispos, que estarían sometidos al poder de un órgano compuesto solamente por extremistas, una especie de “Politburó” eclesiástico.
Abolición de las Fuerzas Armadas. Las Fuerzas Armadas deberían ser disueltas y sus armas distribuidas al pueblo.
Censura a la prensa, radio y TV. En cuanto el pueblo no hubiere alcanzado un cierto nivel, controlarlas. Las élites que no concuerden deberán dejar el país.
Tribunales Populares. Acusando al Poder Judicial de estar “corrompido por la burguesía”, Comblin propone el establecimiento de “tribunales populares extraordinarios”, para aplicar juicios sumarios contra cualquiera que se oponga a este viento revolucionario.
Violencia. En el caso que no fuese posible implementar este plan subversivo por medios normales, el profesor del seminario de Recife consideraba legítimo recurrir a las armas, para establecer por la fuerza militar el régimen que él teorizó
[8], en alianza con otros grupos revolucionarios:
“Es necesario ensuciarse las manos con alianzas sucias”, proclamaba
[9].
El apoyo de Helder Cámara
- Mons. Helder Cámara junto al sacerdote belga José Comblin.
El “documento Comblin” tuvo en la opinión pública de Brasil el efecto de una bomba atómica. En medio de la polémica que se siguió, el sacerdote belga no negó la autenticidad del documento, sino que “explicó” que se trataba“solamente de un esbozo” (sic!). Por su lado, la Curia de Olinda-Recife admitió que el documento había salido del Seminario diocesano, sí, pero afirmaba que“no es un documento oficial”(sic!).
Interpretando la legítima indignación del pueblo brasileño, el Prof. Plinio Correa de Oliveira escribió entonces una carta abierta a Mons. Helder Cámara, publicada en 25 periódicos brasileños. Leemos en la carta: “Estoy cierto de interpretar el sentimiento de millones de brasileños pidiendo a Su Excelencia que expulse del Instituto Teológico de Recife y de la Arquidiócesis, al agitador que se aprovecha del sacerdocio para apuñalar a la Iglesia, y abusa de la hospitalidad brasileña para predicar el comunismo, la dictadura y la violencia en Brasil".
Helder Cámara respondió evasivamente: “Todo el mundo tiene el derecho de discordar. Yo simplemente oigo todas las opiniones”. Pero al mismo tiempo, confirmó al P. Comblin en el cargo de profesor del Seminario, respaldándolo con su autoridad episcopal. Finalmente el gobierno brasileño revocó la visa del sacerdote belga, que enseguida tuvo que dejar el país.
Teología de la Liberación
Mons. Helder Cámara también es recordado como uno de los paladines de la llamada “Teología de la Liberación”, condenada por el Vaticano en 1984.
Dos declaraciones sintetizan esa teología. La primera, del compatriota de Mons. Helder Cámara, Leonardo Boff:
“Lo que proponemos es marxismo, materialismo histórico, en la teología” [10]. La segunda, del peruano P. Gustavo Gutiérrez, fundador de la corriente:
“lo que entendemos como teología de la liberación es el envolvimiento en el proceso político revolucionario” [11]. Gutiérrez incluso explica el sentido de esa participación:
“Solamente yendo mucho más allá, mucho más allá de una sociedad dividida en clases (…) solamente eliminando la propiedad privada de la riqueza creada por el trabajo humano, seremos capaces de establecer las bases para una sociedad más justa. Es por eso que los esfuerzos para proyectar una nueva sociedad en América Latina están moviéndose cada vez más en dirección al socialismo” [12].
Precisamente sobre este tema fue recientemente publicado en Italia un libro por la editora Cantagalli:
Teologia de la Liberación: un salvavidas de plomo para los pobres [13].
¿Amigo de los pobres y de la libertad?
Pero talvez la mayor falacia sobre Mons. Helder Cámara es la de presentarlo como un amigo de los pobres y defensor de la libertad.
El título de “defensor de la libertad” le cae muy mal a quien elogió algunas de las dictaduras más sangrientas que flagelaron el siglo XX. Primeramente el nazismo y después el comunismo, en todas sus vertientes: la soviética, la cubana, la china…
Es que en Helder Cámara esos extremos se tocaban. Y esto es lógico, porque el nazismo (o sea, nacional-socialismo) y el comunismo, opuestos en la apariencia, se nutren de la misma raíz ideológica anticristiana, el marxismo.
Pero por encima de todo, el título de “amigo de los pobres” no corresponde para nada a quien apoyó regímenes que causaron una pobreza tan espantosa que fueron calificados por el entonces cardenal Joseph Ratzinger como la
“vergüenza de nuestro tiempo” [14].
Un análisis cuidadoso de América Latina –país por país– muestra claramente que donde fueron aplicadas las políticas propuestas por Mons. Helder Cámara, el resultado fue un aumento significativo de la pobreza y del descontentamiento popular. Y donde, al contrario, fueron aplicadas políticas opuestas, el resultado fue un aumento general de bienestar.
Baste un ejemplo: la Reforma Agraria, de la cual Mons. Helder Cámara fue el principal promotor en Brasil y que, en vez de la panacea prometida, resultó ser
“el peor fracaso de la política pública en nuestro país”, según palabras del insospechado Francisco Graziano Neto, presidente del INCRA (Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria), organismo responsable por la implementación de la reforma agraria en el vecino país
[15].
El lector interesado en explorar el tema, con gran cantidad de datos estadísticos relevantes, puede consultar el libro mencionado más arriba.
[16]
Tenía razón el conocido periodista italiano Indro Montanelli cuando dijo:“la izquierda ama tanto a los pobres, que todas las veces que llega al poder, hace que su número aumente”.
¿Qué sentido, qué valor tiene, pues, beatificar a un personaje con tan pesados antecedentes como demoledor del orden eclesiástico y social?
Una famosa poesía de Mons. Helder Cámara pinta bien el fondo de su pensamiento:
“Soñé que el Papa se volvía loco y él mismo atizaba fuego al Vaticano y a la Basílica de San Pedro…
"Locura sagrada,
porque Dios atizaba el fuego
que los bomberos
en vano
trataban de extinguir.
"El Papa loco,
salía por las calles de Roma,
diciendo adiós a los Embajadores,
acreditados ante él;
arrojando la tiara al río Tíber;
repartiendo entre los pobres
todo el dinero
del Banco del Vaticano…
"¡Qué vergüenza para los cristianos! ¡Para que un Papa viva el Evangelio, tenemos que imaginarlo en plena locura... !"
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