domingo, 23 de diciembre de 2018

EL APOSTÁTICO ESPÍRITU DE JUAN PABLO II


Secuencias por años, traicionando a Cristo.




Fuente : Libro Parte de Guerra , Autor : Dr- Julio Vargas Prada. Páginas. 25-27 ,Ed. 1997. Lima-Perú.

¿Como podría un "Papa" ser santo , con semejantes herejías ?
 facebook


martes, 7 de agosto de 2018

EL ENUNCIADO FARISEÍSMO DE BERGOGLIO-PENA DE MUERTE


Cuando escribimos “La Iglesia Traicionada” en el año 2010, dedicamos un capítulo de la misma a analizar el libro “El Jesuita”, larguísimo reportaje al entonces Cardenal Bergoglio, realizado por Sergio Rubín y Francesca Ambrogetti de Parreño, y publicado en Buenos Aires, por Editorial Vergara, en ese mismo año 2010. En las páginas cincuenta y uno y siguientes de nuestra obra, asentábamos algo que cobra ahora una triste actualidad, ante la heterodoxa modificación del punto 2267 del Catecismo, declarando la absoluta ilicitud de la pena de muerte. Lo transcribo:


         “En la misma línea ideológica [judaizante], y para seguir avivando el fuego semita, Su Eminencia  sale del ámbito espiritual y artístico para recalar en el terreno moral.


         Con un simplismo impropio de un hombre de estudio, y con un relativismo aún más impropio en un hombre de Fe, sostiene que “antes se sostenía que la Iglesia Católica estaba a favor [de la pena de muerte] o, por lo menos, que no la condenaba”. Pero ahora en cambio, merced al progreso de la conciencia, se sabe que “la vida es algo tan sagrado que ni un crimen tremendo justifica la pena de muerte” (p. 87).


         Entendamos el argumento evolucionista de Bergoglio para valorar adecuadamente lo que dirá después. La aceptación de la licitud de la pena de muerte -que aparece taxativamente exigida como tal, tanto en las páginas vetero y neotestamentarias como en un sinfín de doctrineros católicos y de textos pontificios- debe percibirse como un déficit, un tramo oscuro en el devenir de la conciencia que busca la luz. Lo mismo se diga de las sociedades. En la medida en que “la conciencia moral de las culturas va progresando, también la persona, en la medida en que quiere vivir más rectamente, va afinando su conciencia y ese es un hecho no sólo religioso sino humano” (p.88).


         Para el Cardenal, está claro, no por un análisis per se del hecho, que lo valore inherentemente, sino por la evolución de la conciencia, tanto la Iglesia como la Humanidad, saben hoy que la pena de muerte debe ser rechazada. Clarísimo caso de aquella ruinosa cronolatría que protestara Maritain en Le Paysan de la Garonne. Pero entonces, ¡cómo no deplorar, en consecuencia, aquellos momentos aún involutivos en los que se juzgó erróneamente que algo podría justificar la pena de muerte, incluso “un crimen tremendo”! ¡Cómo no maldecir los tiempos eclesiales y sociales en los que la conciencia aún juzgaba que bajo determinadas condiciones, circunstancias y requisitos era legítima la aplicación del castigo capital!


         Este era el sequitur lógico del razonamiento bergogliano. Pero un tema irrumpe en el diálogo y la ineluctable evolución de la conciencia se puede permitir una excepción. ¿Y cuál será ese tema? Dejémoselo explicar al interesado: “Uno no puede decir: ‘te perdono y aquí no pasó nada’. ¿Qué hubiera pasado en el juicio de Nüremberg si se hubiera adoptado esa actitud con los jerarcas nazis? La reparación fue la horca para muchos de ellos; para otros la cárcel. Entendámonos: no estoy a favor de la pena de muerte, pero era la ley de ese momento y fue la reparación que la sociedad exigió siguiendo la jurisprudencia vigente” (p. 137).


         El pequeño detalle –advertido precisamente por los kelsenianos de estricta observancia- de que “la ley de ese  momento”, vigente positivamente en Alemania, no volvía criminales a los jerarcas nazis, se le olvida al Cardenal. El otro detalle más “pequeño” aún, de que en Nüremberg no se dejó tropelía legal por cometer, ni aberración jurídica por aplicar, ni derechos humanos de los acusados por conculcar, ni tortura aborrecible por aplicar, ni mentira por aducir, tampoco cuenta. Ese otro detallecito de que la horca y el tormento atroz para los germanos no fue “la reparación que la sociedad exigió” sino la venganza monstruosa de la judeomasonería, tras los triunfantes genocidios de los Aliados, en Hiroshima y Nagasaki, ninguna importancia tiene. El Cardenal está en contra de la pena de muerte, pero si van a matar nazis seamos comprensivos y hagamos una excepción hermenéutica. “Era la ley de ese momento”, caramba. La evolución de la conciencia podía esperar un ratito más.


         El Cardenal, además, como feligrés y miembro dirigente del judeocristanismo, ya tiene dónde tranquilizar sus escrúpulos, supuesto que le acometieran. “Hace poco” –les confía a sus socios biográficos- “estuve  en una sinagoga  participando de una ceremonia. Recé mucho y, mientras lo hacía, escuché una frase de los textos sapienciales que nos recordaba: ’Señor, que en la burla sepa mantener el silencio’. La frase me dio mucha paz y mucha alegría” (p. 151).


         Lo que no sabemos es si Su Eminencia se refiere a la burla propia o a la que él le propina a Jesucristo al visitar obsecuentemente la morada de los negadores de su divinidad y artífices de su asesinato. Porque el prete podrá hacer silencio ante la merecida chacota que lo tenga por objeto, pero Dios no se deja burlar (Gál.6, 7). Y el día en que regrese en pos de Su Justicia irrefragable y definitiva, los que se pasaron la vida sinagogueando, a fuer de felones, sabrán qué quería decir Marechal cuando mentaba en el Altísimo “la vara de hiel de su rigor”.


         Agreguemos apenas un par de cosas, en las actuales circunstancias. La primera, para quienes creen que cuando insistimos en la maldita vigencia del sofisma hebreo de la reductio ad Hitlerum, estamos afiliados al Nacionalsocialismo. No; tratamos de estar filiados a la verdad histórica, que es algo bien distinto. En grosera evidencia queda el funcionamiento de aquella falacia. Con los nazis se acabaron los axiomas providistas de “toda vida vale” y otros semejantes.  Toda vida vale; desde la de la ballena hasta la de la mascota hogareña. Pero las tronchadas de modo crudelísimo bajo el tribunal más abyecto de la historia contemporánea, ésas no cuentan. Siempre habrá un eufemismo para justificarlas.


         ¿Alguna vez, como lo dijera Federico Mihura Seeber, sacarán al Nazismo del Cuarto de Barba Azul de la Historia; aquel en el cual no se puede ingresar so pena de morir si uno descubre y grita la verdad? ¿Alguna vez los católicos escucharán la voz de León XIII, que ciceronianamente exigía escribir la historia, tomando por ley primera la de la veracidad y por segunda la del rechazo a la mentira?

-Art. 2267 del C:I:C al que Francisco quiere a fuerza cambiar el Divino Magisterio de la Iglesia.-

         Lo segundo es que admitimos que se pueda distinguir entre lo doctrinal y lo prudencial en tan delicada materia; dejando a salvo los principios perennes sobre la legitimidad de la pena de muerte, mas desaconsejando su aplicación sin causas, condiciones, requisitos y protagonistas de probada licitud. Pero aquí, al mejor estilo bergogliano, se ha fusilado sin misericordia a la recta doctrina, conculcándola a sabiendas; a pesar de los funestísimos efectos en cascada que tamaño cambio puede implicar potenciando el relativismo ético.


         Bergoglio, por caso, ya aceptó el pañuelo verde abortero que le entregó el crápula de Nicolás Fuster, en vez de enroscárselo en el cuello al osado, y pedirle a algún guardia suizo que lo desalojara de la plaza de San Pedro. Ahora, las mismas aborteras usarán esta reforma catequística para enrostrarles a los católicos que si no legalizan la “interrupción voluntaria del embarazo” las están condenando a muerte, lo que sería contrario al neodogma francísquico. Porque entre las demencias de este cambio doctrinal está la de no querer distinguir entre persona culpable e inocente. Como si la Iglesia, durante los dos milenios que dio razones en pro de la pena capital, lo hubiera hecho pensando en liquidar seres humanos indiscriminadamente.


         Lo tercero por agregar es aún más importante. En el artículo del Catecismo reformado por Bergoglio, se dice que “la pena de muerte es inadmisible a la luz del Evangelio”. Imposible reunir aquí la cantidad de pruebas en contrario que durante veinte siglos han aportado los estudiosos de la doctrina católica. Patrólogos, escolásticos, pontífices, doctores: una legión de sabios estudió el tema y supo resolverlo sin faltar a la caridad ni a la ortodoxia.


         Acaso sirva recordar uno de esos textos evangélicos significativos, hoy olvidados por el ghandismo eclesiástico dominante o por la vulgar sodomización de los cuadros jerárquicos. Está en el capítulo diecinueve del Evangelio de San Lucas, Parábola de las Diez Minas o De las minas y los talentos, y dice: “Pero mis enemigos, los que no me querían por Rey, sean apresados y degollados en mi presencia” (Ls. 17, 27).


         Por cierto que lo antedicho exige una lectura en clave parusíaca, y que nadie está pensando en una degollina literal que, de sobrevenir, nos tendría a nosotros por primeros destinatarios. Parafraseando a Bernanós habría que decir en estos días: “seremos degollados por curas bergoglianos”. Pero aún leída la perícopa en perspectiva sobrenatural, es evidente que Nuestro Señor no rechazó la licitud de analogar Su Mensaje Salvífico con la posibilidad de la muerte como pena, sanción y castigo, para todos aquellos que, rechazándolo, le declararan enemistad a su Divina Realeza.


Resultado de imagen para bergoglio         Ahora falta que Bergoglio modifique los Santos Evangelios porque le resultan inadmisibles a la moderna conciencia de la dignidad humana.

         Según la bibliográficamente caudalosa “Enciclopedia dei Papi”, fue el Pontífice Benedicto IX el que renunció a su cargo, vendiéndoselo por 1500 libras al Arcipreste Juan de Graciano, futuro Gregorio VI. Dirán los celosos investigadores si el dato es corroborable. Desde aquí, simplemente, damos por iniciada la colecta para juntar 1500 libras. Por las dudas se pueda repetir la historia.

La Pena de muerte :                             Vídeo 1 


                                                              Vídeo 2

Vídeo 3

 

Fuente : http://www.ncsanjuanbautista.com.ar/2018/08/la-pena-de-muerte-antonio-caponnetto.html
Con añadidos vídeos e imágenes por el autor de esta página.

 A manera de conclusión en esta página , resulta chocante que un "Papa" sea tan necio y soberbio como malicioso de enmendar el Santo Evangelio por so capricho de empadronar el humanismo dentro del seno de la Iglesia. ¡Que tal herejía inaudita!
 facebook

martes, 24 de abril de 2018

SORPRESAS REVOLUCIONARIAS EN UNA MISIÓN

TRANSCRITO DESDE LA REVISTA LIBERAL Y JACOBINA DE CARETAS 

EN LIMA EL ROSTRO "HUMANO" DE UNA NUEVA IGLESIA
Un sacerdote- el Padre Rouillo- entre las luces de la ciudad. Otro- el Padre Ampuero- frente a las fábricas, sumergido en el mundo del trabajo. Un laico- el ingeniero Héctor Gallegos-Parado en frente a la Catedral, desde donde lanzó el domingo el Pregón que anuncio el lanzamiento de la Misión Conciliar. Una Iglesia nueva, agresiva, lanzadas a las calles y barriadas, profundamente revolucionaria, con laicos en los púlpitos y sacerdotes frente a las cámaras de televisión, pretende crearse un nuevo rostro. Un rostro comprometido en el quehacer del hombre, que disuelva la vieja y alejada imagen de una institución distante, paternal, delicada a los rituales y a la mística. El mensaje del Vaticano llega a Lima. Las decisiones del último concilio, reafirmadas por Encíclicas violentas, deben cumplirse. Caretas en esta nota refleja el inesperado cambio, señala sus dificultades, penetra en la pugna interior de las que quieren dar el salto y los que se aferran a viejas tradiciones.


¿SILENCIO?

La Iglesia sale de los claustros, abandona la Clausura, quiere dialogar con los hombres, reasumir el mensaje evangélico; luchar desde la pobreza, con la pobreza, contra la pobreza. La nueva Iglesia se decide por su Misión Social y quiere que los católicos hallen a Dios a través del prójimo, sin distinción de ideologías: que es el mensaje enviado del Vaticano.
LA IGLESIA YA NO QUIERE QUE SOBEN A LOS SANTOS
El último domingo la Plaza de Armas fue escenario- una vez más- de interés, sin embargo, no fue esta vez la política concreta y cotidiana: una institución más amplia, internacional, lanzo el mensaje de su propia renovación. “El Vaticano vino a Lima”, pregono el Ing., Héctor  Gallegos luego que el Cardenal Landázuri inauguró el innumerable, sorpresivo, diverso programa de actividades de la Misión Conciliar. Como simbólico anticipo de un cambio de actitud, la tradicional procesión de Corpus Christi, se realizó con un ritual inusitado; en lugar de seguir los fieles al Santísimo, fue el santísimo el que dio vueltas a la plaza en donde se había celebrado una misa cantada, con participación laica.

Este lanzamiento culmino una serie de misterios y febriles preparativos que al decir del Padre José Michenfelder – del centro de información Católica- unirán en una sola a dos palabras hasta ahora incomprensiblemente antagónicas Revelación y Revolución.

El último domingo 20, en los 700 lugares de culto con que cuenta el Arzobispo de Lima, hubo cuatro personas en cada puerta. Todas llevaban en sus manos talonarios de tres colores diferentes. A cada uno de los que entraba les entregaban  un papel con una oración: la de la Misión Conciliar. Muchos la habían guardado “por si las moscas”, otros porque les gusto; la mayoría “porque no se tira la Palabra de Dios”.
Pero todos ignoraban que esa plegaria ahorraba explicaciones para la gente que estaba realizando un censo: el de asistencia a Misa, ordenado por el Padre Augusto Bauzeville, cabeza sociológica del clero limeño.
Como las Iglesias suelen tener muchas puertas, más de 4 mil personas, encabezadas por 78 estudiantes de sociología de la U. C. – que a su vez habían adiestrado 700 responsables- cumplieron esa misión apostólica. Los colores de los talonarios permitían diferenciar sexos y edades. Una estratégica marca en el papel registraba el índice de los que llegaban tarde. Dentro de la Iglesia, mientras tanto, otros observadores anotaban el número de comulgantes.
No era la primera vez, en los últimos meses, que la Iglesia se lanzaba a la calle intentando escudriñar la opinión pública, los escalones de la fe, la mentalidad  de los limeños. Un gigantesco censo- único en el mundo- acabar de acumular 400 mil fichas en las oficinas cubiertas de mapas de Bauzeville. Durante un mes, más de tres mil voluntarios, visitaron barrios residenciales y barriadas llevando el saludo personal del Cardenal Landázuri- “que quería tomar contacto directo con sus fieles “– asediando a amas de casa y trabajadores con preguntas que abarcaban desde condiciones de salubridad hasta el grado de acercamiento con la fe.
Estos inusitados esfuerzos eclesiásticos tratan de crear bases de orientación para lo que se ha dado en llamar “la salida de la Iglesia al mundo”; la Misión Conciliar, que comenzara a lanzar su prédica sobre Lima en los primeros días del mes próximo.


LA IGLESIA: UN PRODUCTO MODERNO     
Los propósitos de L Iglesia Peruana no son pequeños: pretenden cambiar la mentalidad de los fieles, promover una verdadera conciencia cristiana, es decir social y preocupada por el prójimo, romper con los viejos esquemas de la beatería y acercar al seglar y al sacerdote para que actúen juntos. Para que comprendan- de acuerdo a lo pactado en el Concilio Vaticano II y a las encíclicas posteriores- que como Dios se encarnó en Cristo, la Iglesia debe estar en el mundo humano, con sus problemas reales, encarnada en el dolor y  la pobreza. Para lograr estos fines no desdeñará los medios de difusión de masas- radio, televisión y cine- y está embarcada en una explosiva campaña publicitaria con lemas tales como: “Un producto moderno que fue fabricado hace veinte siglos”… El mensaje  de Cristo con mentalidad de hoy para los hombres de hoy y la Lima de hoy.

Se prevé también la participación de los Dolton en un testimonial definidamente yeah- yeah, por cierto y los miembros  del         clero, como lo demuestra nuestra caratula, no desdeñarán aparecer ante las cámaras con bellas modelos minifaldicas, como Mani Rey y la canalcuatrisima. Cuando se cerraba esta nota, un sacerdote golpeaba las puertas de la habitación de Carmen Sevilla, pidiéndole colaboración en la campaña cuidadosamente planeada por una agencia muy laica de publicidad: Protzel international.

Ya el decreto sobre los medios de comunicación social del Concilio Vaticano Segundo, afirmaba: “Entre las maravillas de la tecnología que Dios ha dispuesto que el genio humano descubra en Su creación, aquellas que tienen un efecto poderoso sobre el pensamiento de los hombres son las que interesan más a la Iglesia. Estos son los inventos que facilitan la comunicación de noticias, el conocimiento y la ciencia”.
La Iglesia peruana no ha perdido el tiempo. Radio Santa Rosa – vocero "tradicionalista” y conservador – y la más moderna y postconciliar Radio Luz, lanzan cotidianamente sus mensajes sobre Lima. La poderosa emisora de Puno y la repartición de radios a transistores, entre los campesinos no desmienten la nueva vocación comunicante. No en vano el 5 de mayo se celebró en lima la Jornada Mundial de Medios  de Comunicación Social.
El Padre Juan Cruz – un pasionista español que vino especialmente a promover la Misión – explico entonces a CARETAS. Había – todavía hay- un dualismo entre la Iglesia y el orden temporal. La misión tratara de solucionar ese divorcio. Queremos una Iglesia encarnada”. Para lograrlo, Juan Cruz no vacila en utilizar una terminología que, antes del Concilio, hubiera parecido irreverente a vulgar en boca de un religioso: Hay que vender a Dios y el pulpito ya no sirve. Ocupa el noveno lugar entre los medios de comunicación sociales. Por tanto, es ineficaz”. La Iglesia utilizara entonces medios más populares y penetrantes. La palabra de Dios no se mancillara ciertamente por ello.
DAR LA CARA
Hablar desde esas hornacinas adornadas – pontifica el Padre José  Rouillon, uno de los tres asesores latinoamericanos de la Juventud Estudiantil Católica Internacional- es contraproducente. Crea distancias. Inclusive durante la misa lo justo es dar cara al auditorio. La mirada promueve el dialogo y la Iglesia se ha agotado de monologar”.
Para gran parte de los laicos – y para un gran sector del clero- este repentino afán de cambio resulta sorprendente. Las conciencias tranquilas abundan. ¿Qué es lo que hay que modificar? Si hasta con ir a misa, no hacer el mal, confesarse y comulgar bautizar a los hijos; educarlos en la creencia en Dios. Si se necesita ayuda y consejo allí está la Iglesia Madre, protectora y cuidadosa de sus ovejas; y los santos, mediadores del favor divino. Llevar una vida correcta, no comprometida por nada presuntamente malo, no cometer pecados demasiados mortales, temer al infierno, desear al cielo. Esto es, para la mayoría de los católicos, cumplir con Cristo. Y precisamente contra esa mentalidad pasiva arremete la Misión Conciliar. Necesitamos cambiar la conciencia de los cristianos- declaró Monseñor Mario Cornejo, Obispo Auxiliar de Lima- el peruano tiene un sentimiento católico arraigado, pero nada más. Está acostumbrado a ir a la Iglesia a pedir. No se siente miembro activo de ella. Apenas si es un buen cliente de Dios”.
Más cáustico aún, el Padre Francisco Ampuero – Director de las Hermandades del Trabajo- catequizo en la ascética sala del Convento de los Descalzos: Están equivocados los que creen que la salvación se logran masajeando a San Martin  de Porres. En Lima hay más superstición que religión auténtica”.
CATÓLICOS DE LA “A” A LA “E”
Por eso la monumental encuesta del Padre Bauzeville, cuyos resultados totales recién se conocerán cuando más de un millón de tarjetas perforadas hayan pasado por las fauces de la IBM, divide su muestra en

A-  Hostiles
B-  Alejados
C-   Indiferentes
D- Practicantes
E-   Militares.
Los hostiles y los militantes son pocos, poquísimos. La curva se acentúa mucho en los alejados y aún más en los indiferentes (aquí los que bautizan a sus hijos, se casan por la Iglesia y piden la extremaunción). Un 20 por ciento más de practicantes (aquellos que hemos descrito en “dar la cara”) completa el cuadro. Lo que en verdad quiere la Iglesia actual es que sus fieles sean militantes. Y para lograrlo necesita – como dice Mons. Cornejo – cambiar un estilo que durante siglos conformó al clero y a los fieles”.
Ese estilo, esa manera de ser católico tan peculiar, tan barrocamente supersticiosa, fue sondeado por CARETAS en una rápida encuesta grabada el domingo último en la puerta de los templos. De las muchas entrevistas realizadas, se señalarán algunas respuestas que pueden considerarse típicas de lo que la Iglesia quiere modificar.
A la primera pregunta: ¿tiene usted un santo de su devoción? Contesto un empleado de 29 años: “Según las circunstancias, según las necesidades, porque –usted sabe- cada uno tiene su especialidad”.
La mayoría manifestó su adhesión a San Martin de Porras, porque “es muy milagroso” y a San Hilarión “para cuestiones de plata”.

No es que el clero considere necesario desterrar esta mística ingenua, sino hacer comprender que hay una misión cristiana más profunda: Descubrir a Dios –declaro el Padre Rouillon – a través del otro del prójimo, de la definida acción social. Orar en ese contexto, sintiéndose parte del mundo, haciendo el bien para todos sin distinción de ideologías”.
La segunda y tercera preguntas de nuestro cuestionario trataban de sondear cual era el concepto de mal y bien de los entrevistados: ¿Cuál considera usted el pecado más grave? ¿Cuál la virtud más importante? Sorprendente fue la respuesta a la primera pregunta dada por Maruja Chávez –de 22 años.
Para ella lo peor no podía sucederle a alguien era no ser católico”. Mientras que para Elsa Hembler -24 años- el peor pecado era faltar al sexto mandamiento (“No Fornicar”) y la máxima virtud la castidad.
No parecieron muy seguros los entrevistados en cuanto a responder a una cuestión clave: ¿Qué es más importante ir a misa o realizar un acto de autentica caridad?
Frente a esa mentalidad simplista –lo que los teólogos nominan “catolicismo externo -los sectores más renovadores de la Iglesia se colocan armados de dudas, de preguntas, de necesidad de cambio.
LA VUELTA AL EVANGELIO
Los orígenes de esta necesidad que para los suspicaces equivale a esa capacidad de acomodo”, a esa “inteligencia jesuítica” que tendría la vasta institución, fueron sin embargo señalados con claridad por los sacerdotes entrevistados. Si bien para todos la renovación comienza con Pio XII, es el Concilio el que plantea los problemas del mundo.
“Éramos muchos y de todas partes –explica Monseñor Cornejo- y por vez primera intercambiamos experiencias, comprendimos el grado de nuestros errores”.
Para Rouillon, la Iglesia se reencuentra ahora con la original palabra de Cristo, retoma su mensaje. Juan Cruz opina lo mismo: Es una toma de conciencia, una renovación del apostolado”.
Esta postura no pretende permanecer en terrenos abstractos. Ojear un boletín de la Juventud estudiantil católica puede destrozar el corazón de los que creen –por ejemplo- que la Iglesia es un instrumento de lucha contra la izquierda, o un bastión de las tradiciones. En Nuestra Acción 1967” numero marzo-mayo, se acumulan las siguientes recomendaciones, fruto del “trabajo de reflexión” del año anterior: “Necesidades seleccionadas 1967. 1) Una juventud que no se preocupa por el cambio  de estructuras (de una sociedad egoísta a una sociedad comunitaria); 2) Una generación que no se preocupa en buscar su realización y personalización a través de su educación “. Entre la múltiple bibliografía los jóvenes de la JEC  deberían  leer este año títulos como: “El desarrollo Económico”, “Los países subdesarrollados”, “Los cristianos en la Revolución”, “Por la Revolución Africana”, “Subdesarrollo y Estancamiento”, “Dialéctica del Desarrollo”.
¿CONCIENCIAS CONFORTABLES?
Rouillon, por su parte, no desmiente hablando, el influjo de la preocupación social suya y de su gente:
” Es preciso cambiar la concepción de la empresa y ponerla al servicio del hombre. Para ello es indispensable que desaparezcan las Sociedades Anónimas en donde se oculta el capital. Es necesaria también la creación de frentes obreros con conciencia de clase. No podemos olvidarnos más que la razón de ser de la Iglesia es el mensaje de Cristo: No anunciamos negocio ni reino personal. Cualquiera que lea el Evangelio y las encíclicas deberá comprender que la opción son los pobres”.
  Para Rouillon no se ora ni se predica  el evangelio concreto y como resultado los católicos –especialmente los pudientes- viven con lo que intrépidamente llama “conciencia confortable”. Este confort despreocupado de la conciencia justificaría la famosa frase de Lenin: “la religión es el opio de los pueblos”. La solución estaría dada por el cambio de mentalidad: “Un vuelco de los valores individualistas –dinero, apariencia, absolutismo de la propiedad- hacia el respeto por la persona, la democratización de la enseñanza, la desaparición de las clases sociales”. Rouillon cree que este vuelco es patrimonio de la juventud, afirma también que a nivel mundial los jóvenes toman posición en contra de la guerra, en contra de la división de los pueblos, por la unión del hombre universal, que es el símbolo de Cristo.
Estas declaraciones pueden parecer aventuradas y hasta poco religiosas. No es así. Rouillon no niega el valor de la adoración y la plegaria, pero piensa que la trascendencia tiene un nuevo sentido, que la oración se enriquece, “se colorea” en el contacto con el mundo.  


LA HERMANDA EN EL TRABAJO
No menos drásticos estuvo, frente a Caretas, el Padre Ampuero.
Después de Pablo VI ya que nadie puede acusarnos de comunistas”, Mas de 25 mil obreros conocen  ya la labor de las hermandades del trabajo y comprenden que más allá
“de esa vaina de las procesiones”. Para Ampuero la existencia de  injusticia social es un hecho innegable, Discrepa con lo que el comunismo niega, pero no con lo que afirma. Con 15 laicos (5 mujeres y 10 hombres) y un ayudante –el Padre Pedro Cantella- a censado fábricas y oficinas, indagando el estado material y moral de los que trabajan. Es partidario de la predicación dialogada, discutida. “Porque si la Iglesia se aleja, ellos se alejaran aún más”. No se cansa de repetir una frase de Pio XII que ilumina su tarea: Es de lamentar  que la materia  salga ennoblecida de las fábricas  y el hombre embrutecido”. Entre los 46 principios que rigen el quehacer de las hermandades –desde conferencias hasta vacaciones:
 “20- Propugnamos una justa participación en la riqueza que producimos  y afirmamos  que defraudarnos  en nuestros derechos sagrados es un delito  contra la dignidad de la persona”.
22- pedimos la supresión de privilegios y concesiones exclusivistas que destrozan el orden económico, social y cristiano”.
29 –Acusamos de traición a cuatro trabajadores, por coacción o por propio interés no defiendan, en sus puestos de responsabilidad, los derechos de sus hermanos”.
Este cúmulo de santa violencia desorientará seguramente no sólo al católico tradicional, al confortable, sino al suspicaz, al que tiene siempre en boca palabras como las de la señora que vi entrar  a todos los padres de la misión a una reunión previa, en la cuadra 24 de la Avenida Brasil:
“- ¿Qué ocurre hoy…? –preguntó.
“- ¿Qué el Señor Cardenal se reúne con sus sacerdotes…
“–Ah… algo estarán tramando…”.
EL QUE HACE EL ANGEL HACE A LA BESTIA
Después de todo, no le faltaba razón. La Iglesia está tramando su nuevo rostro, armada de paciencia pero al mismo tiempo, entusiasta. El salesiano Alejandro Cussianovich reconoce que falta tiempo para el momento en que pueda decirse francamente: esta es la cara de la Nueva Iglesia. “La vida nos ha tomado de sorpresa”, afirma. “Todavía sufrimos de angelismo y olvidamos la frase de Pascal: Qui fait 1” ange fait la bete”.
Cussianovich, asesor de las juventudes en el Callao, también realizo el sueño de su encuesta propia. Descubrió que los alumnos reprochaban  -en un 85 por ciento- a sus maestros su incapacidad de educar, de responder a la palabra a la palabra humana  en lugar de dar lecciones áridas. Señalo que un 80 por ciento de adolescentes acusaron de culpables de la delincuencia juvenil a un ente importantísimo pero poco respetado: el vínculo entre Padres e hijos, esa relación deteriorada por el criollismo y la incomprensión.
Son los propios Padres católicos los que dicen a sus hijos –insiste Cussianovich- que no se preocupen por quimeras, que el sacrificio no vale la pena, que cada cual se arregla como macho, como individuo en competencia selvática. Pero esa juventud que en un 45 por ciento fue incapaz se señalar virtudes positivas en las personas mayores es, para  el salesiano, la que portará la buena nueva, el evangelión. La que no hará traición al bautismo.
Ellos construirán la ideología a través de la acción revisada y gargarizarán menos que nosotros”.
LA LECCION DE MAR DEL PLATA
Concretamente, los tres puntos esenciales de la Misión Conciliar serán:
1-   Renovación de la conciencia cristiana.
2-   Vigorización de la vida cristiana.
3-   Plan Pastoral de Conjunto.
Es en este último parágrafo donde se concentrara sin lugar a dudas la discusión interna, la contradicción latente en la Iglesia misma. El Plan Pastoral de Conjunto, incluye la actuación de los laicos, los sacerdotes y la jerarquía en una sola obra común. La humanización, que implica la trascendente divinización del hombre. Pero sucede que los que han seguido de cerca los avatares de la Iglesia en Latinoamérica después del Concilio, no olvidan las posiciones encontradas que se delinearon en la Décima Asamblea Extraordinaria del Consejo Episcopal Latinoamericano  (CELAM) que se reunió en Mar del Plata (Argentina) entre el 11 y 16 de octubre del año pasado. La retórica Declaración de Mar del Plata decepciono a los que esperaban entonces el nuevo rostro “y demostró que el choque de las dos líneas de pensamiento reveladas por el Concilio Vaticano II no había dejado de tener vigencia.
La ideología de las dos corrientes en pugna puede sintetizarse así:
La Pasiva, que predica la necesidad de una Iglesia modalista, entregada a la Liturgia y a la caridad. Sus cultores temen ver a la Iglesia comprometida en cualquier  tipo violento de cambios sociales.
La activa, “resuelta a que la Iglesia promueva al hombre”, aliente las reformas de  estructuras que los países americanos necesitan.
El mismísimo Pablo VI, en su mensaje al CELAM se encargó de refrendar la posición de los activos”, recordando a los prelados que se reunían “para examinar la presencia de la Iglesia  en el desarrollo y la integración de América Latina, puesto que es el tema éste que interesa a las naciones deseosas de participar en la comunidad de los pueblos con toda su vitalidad y el peso de su fuerza”. La penetrante audacia del texto papal cosechó fervorosos adeptos. Además del revolucionario brasileño Monseñor Helder Cámara,  Obispo de Recife y Olinda, figuraron brillantemente Marcos MacGrath (Panamá), Eugenio de Araujo Sales (Brasil), José Dammert (Perú), Ramón Bogarin (Paraguay) y los argentinos Vicente Zazpe, Alberto Devoto y Jerónimo Podestá.
Pero los conservadores consiguieron obstaculizar los impulsos de sus colegas; su desinterés por los 2 grupos de estudio, el silencio público solicitado a Helder Camara, el secreto con que sellaron sus conclusiones, fueron algunos índices de su actividad. La declaración final sufrió  sus embates. Ocho párrafos desaparecieron  en la version oficial y final del comunicado.
En ellos habían reproches a los conservadores y ciertas precisiones explosivas: por ejemplo, el apoyo a la reforma agraria y la convocatoria a todos los sectores, sin distinción de credos, para la obra de integración y desarrollo de América. Los ocho pasajes mostraban, en fin, una Iglesia devota hasta la humildad  y el sacrificio: la nueva version del comunicado lavó este sentimiento hasta borrarlo casi por entero.
EL DESTINO DE LOS PRECURSORES
¿Ocurrirá algo similar en la Iglesia Peruana, movilizada por la activa misión conciliar, sacudida por el entusiasmo de su clero joven? Hace poco un obispo conservador declaró tajantemente: “que no había hecho llegar el mensaje del Concilio a sus fieles porque no estaban capacitados para escucharlo”. El Cardenal Landázuri, sin embargo, que  siempre ha mantenido una postura paternal y equidistante entre las tendencias en pugna, parece esta vez lanzarse hacia la humanización de la Iglesia de su país.
El fruto –declaró pausadamente su vocero, Monseñor Cornejo- se verá con, los años, cuando tengamos una Iglesia menos marginal, más social, más puesta en el mundo y todo un estilo sea cambiado”. Más importante que la Misión misma seria para la jerarquía limeña la labor posterior, el afianzamiento de los logros, el dialogo incesante.
Los antecedentes no son demasiados alentadores. En distintas épocas llegaron a Lima padres progresistas –europeos todos, indignados ante la indiferencia y la miseria – que trabajaron en barriadas y formaron discípulos. A ninguno de ellos le fue bien.

En 1959 el sacerdote francés Louis Joseph Lebret –contratado por el gobierno de Prado por su curriculum como economista y sociólogo- fue considerado demasiado audaz y no se le renovó el contrato. Había declarado – entre muchas otras cosas- : “El mayor mal del mundo no es la pobreza de los necesitados sino de la inconciencia de los satisfechos
Ese mismo año llegó el ya famoso abate Pierre, fundador de Emaús, y fue prácticamente raptado por la Misión de Lima, que lo sumergió-se dijo que premeditadamente –en actos fríos y protocolares. Eso no le impidió sin embargo catequizar con abrumadora lucidez: La libertad que permite que nuestros hermanos mueran de hambre, que permite que más de la mitad de un país viva en la miseria, esa libertad es una farsa”. Cuando volvió en el 63 predicó ante azorados hombres de negocios reunidos por el IPAE-Instituto Peruano de Administración de Empresas- en el hotel de turista de Paracas: Muy pocas grandes fortunas no tienen un origen sucio. La riqueza embrutece”.
 Y se dejó que ningún peruano fuera a colaborar con sus misioneros europeos. Si bien la situación ha cambiado bastante y varios núcleos de limeños se han unido a la obra, el hecho no impide que los católicos progresistas olviden el injusto exilio del Padre Protain, otro francés desaforadamente cristiano. En una carta que CARETAS público en 1960- un año antes de su poca explicada defenestración- decía: “Sufrimiento moral de una sociedad que no encuentra en Dios la solución de sus problemas económicos y no encuentra en los demás sino una especie de compasión  enfermiza, un desprecio ostensible o una indiferencia cruel”.
La dura misiva terminaba advirtiendo que la reforma social habría de hacerse de buen o mal grado: “O los cristianos se deciden u otros los obligarán por la fuerza”. El Vaticano lo ha decidido. El clero joven y los sectores renovadores esperan el cumplimiento del mensaje de Cristo: la evangelización. Muchos laicos se incorporarían con fervor a la obra. Esperan solamente que los múltiples remisos no se opongan, que la mentalidad tremendista abandone el antiguo sermoneo, que tanto la jerarquía como el último y más perdido de los fieles comprendan la urgencia de los últimos mensajes papales.
EN LIMA: ¿HOMBRES O PALOMAS?
Un índice de las pequeñas pugnas, del duro trabajo que tendrá el sector liberal para llevar adelante la transformación, lo dan ya hechos pequeños pero significativos. En un proyecto de afiche anunciado la labor misional, un hombre semidesnudo, parecido a los que promociono  el arte socialista, mira inquisitivamente el espacio sosteniendo en su caída mano izquierda una pequeña cruz. Otro muestra una mano abierta, anhelante. La aprobación de los bocetos –que aún no está decidida – ha llevado más de quince días de deliberaciones y objeciones de buenos padres que preferirían las palomas tradicionales.
Es obvio que “el gran cambio” deberá comenzar por la Iglesia misma. Es obvio también que en provincias gran parte de los obispos pertenecen a la línea conservadora. No todos –ni mucho menos- comparten la claridad del Monseñor Dammert  (Cajamarca), o del Obispo de Puno.
El 10 de julio se reunirá en Lima el Sínodo de Obispos. La agenda, aun no confeccionada, prevé la reforma de la liturgia.

No se ha hablado aun  -a pesar de que el movimiento actual ha sido alentado profundamente por la Encíclica “El progreso de los Pueblos”- de incluir ninguna declaratoria de conjunto. La reproducción textual de un corto dialogo entre el enviado de CARETAS y Monseñor Cornejo puede echar  mucha luz sobre el asunto:
CARETAS: ¿Una declaración del obispado reafirmaría la moral  de los sacerdotes y el laicado  en este reencuentro?
Monseñor Cornejo: Mi opinión personal no tiene valor… usted sabe, esas declaraciones… siempre quedan diluidas… ¿Usted cree realmente importante?...
CARETAS: SI.
Monseñor Cornejo: Esas declaraciones…en fin.
“EL PROGRESO DE LOS PUEBLOS”
Pero a pesar de la resistencia que los observadores prevén dentro de la misma institución, es indudable que la resistencia al cambio –tema esencial de la sociología moderna- será sin duda superada por la acción en sí. Es preciso recordar  al respecto que en el Perú la democracia  cristiana es un partido de izquierda. Ya muchas de las religiosas que- bajo la sabia dirección  de la Hermana Miriam Gamboa- realizaron la encuesta gigante, han pedido todas sus pocas horas libres para el trabajo en las barriadas. Estas monjas, que acostumbraban visitar asilos y hospitales descubrieron que el mundo externo también necesitaba de sus servicios.
No solo los moribundos, los vivos piden por nosotras”, declaró una.
Los llamamientos de la Iglesia está haciendo no carecen de autoridad y vigor. En su acuciante invitación al laicado a participar en la Misión parafrasea: “No todo el que dice Señor, Señor, entrara en el reino de los cielos; sino el que HACE la voluntad  de mi Padre”… (San Mateo, 7).
La última encíclica daba instrucciones precisas al respecto. Y es difícil que los conservadores –también llamados “los antiguos”, por el clero iluminado- puedan resistirse a ciertas aseveraciones terminantes de la última encíclica. “Postula Pablo VI”.
Publicistas, a vosotros corresponde poner ante nuestros ojos el esfuerzo realizado para promover la mutua ayuda entre los pueblos, así como también el espectáculo de las miserias que los hombres tienen tendencia a olvidar para tranquilizar sus conciencia: que los ricos sepan al menos que los pobres están a sus puertas y aguardan las migajas de los banquetes” (83- Hombres de Buena Voluntad).
Y como si toda esta ironía angustiada no bastara, termina el mensaje papal con palabras pocas difundidas que –sin embargo- ya nadie podrá negar como Mensaje de la Iglesia:
“De todo corazón Nos os bendecimos y Nos hacemos un llamamiento a todos los hombres para que se unan fraternalmente a vosotros. Porque si el desarrollo es el nuevo nombre de la paz, ¿Quién no querrá trabajar con todas sus fuerzas para lograrlo? Sí. Nos os invitamos a todos para que respondáis a nuestro grito de angustia, en el nombre  del Señor.” (Párrafo final, 87, Bendición).
Esa es la bendición y el pedido del Vicario de Cristo en la Tierra. A ella responden, o –lentamente- responderán, los verdaderos cristianos del Perú.

Juan Carlos Martelli.
FUENTE: CARETAS MAYO 29-JUNIO  9 DE 1967. PAGiNAS 21-28.

 facebook