miércoles, 25 de enero de 2017

UN INSPIRADOR DEL "ESPÍRITU" PANECUMENISTA DE ASÍS EN JUAN PABLO II



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Introducción
Raimon Panikkar murió el 26 de agosto del 2010, a las 7 de la tarde. Raffaele Luise, decano de los vaticanistas de la RAI (Radiotelevisión italiana), le consagró un libro entrevista (1) que, fruto de la amistad de ambos, era una narración dialogada que Pannikkar hacía de su vida, así como una exposición de su pensamiento filosófico y teológico. Panikkar ya era famoso en la década de los sesenta, como que participó, de 1962 a 1965 y “en compañía de Kung y Ratzinger, en el Concilio Vaticano II, en calidad de perito en liturgia para Lercaro, cardenal de Bolonia” (2).

Me parece importante el libro mencionado porque revela que fue precisamente Panikkar el que inspiró a Juan Pablo II la jornada interreligiosa de Asís (27 de octubre de 1986). Dice, en efecto, el autor del que nos ocupamos: Con Pablo VI tuve más familiaridad y mayor proximidad de opiniones.

Me gustaba ese Papa. Con Juan Pablo II, en cambio, no hablé nunca. (…)
Sin embargo, me relacioné indirectamente con ocasión de su viaje a la India en 1986.
Se me pidió por parte de la Secretaría de Estado que escribiera algunas páginas de apuntes para los discursos que Wojtyla pronunciaría allí. Escribí tres o cuatro páginas centradas en tres puntos. El último estribaba en la propuesta de celebrar en la India una reunión con los representantes de las otras religiones. (…) Me entere más tarde de que Juan Pablo II había convocado el encuentro internacional de Asís un mes después de su vuelta a Roma. Supe que la curia romana estaba furioso conmigo porque yo no había pedido opinión a nadie en el Vaticano. El acontecimiento de Asís me impresionó muy gratamente, y aunque no pueda jactarme de haber sido su causa directa, tal vez sí pueda decir que constituí una importante sugerencia ocasional del mismo” (3).

Se lee lo siguiente en la faja impresa que rodea la cubierta del libro: Fiel a cuatro religiones-la católica, la hinduista, la budista y la secular-,Panikkar fue el maestro inimitable del diálogo religioso intercultural y del diálogo interreligioso. El propio Panikkar se autodefinió así: consagrado a cuatro religiones sin traicionar ninguna. Se echa de ver que su figura es importante para comprender el significado del ecumenismo y de las reuniones interreligiosas que se celebran habitualmente y cuyo prototipo fue Asís.

Sacerdote católico y a la par adepto del budismo y del hinduismo
Panikkar conjugó en si la herencia cultural y religiosa de su madre española y de su padre Indio. Pero ¿Cuál fue el cemento con el que mantuvo juntas sus cuatro religiones sin, al decir de él, regenerar de ninguna? Pienso que tenemos la respuesta a ese interrogante: tal cemento lo interrogaban el panteísmo, el esoterismo (la famosa “unidad trascendente de las religiones”) y el inmanentismo radical. En efecto, Panikkar afirmaba: “hoy se necesita un cambio radical en la visión del hombre, del mundo y de Dios. (…)La tierra es un organismo viviente, hay un “anima mundi”. (…) Hemos olvidado el valor personal de las cosas y que se puede tener con ellas relaciones del tipo yo-tú” (4) Panikkar mismo nos reveló su esoterismo al decir: la India “me permitió, con mi iniciación en el hinduismo y el budismo, vivir el cristianismo en toda su plenitud” (5).

Además, aseveraba explícitamente su inmanentismo e idealismo radicales cuando alababa el pensamiento oriental, señaladamente el asiático, que, según decía, “no se funda en el principio de no contradicción” (6). Ciertamente, la filosofía aristotelicotomista no le habría permitido permanecer “fiel” a cuatro religiones distintas y opuestas sin renegar de ninguna, cosa que, por el contrario, logró hacer al negar asiáticamente el principio de no contradicción. En efecto, a juicio de Panikkar, se puede advertir la incompatibilidad que media entre el hinduismo y el cristianismo en el ámbito racional; mas se puede llegar, asimismo, a la “no dualidad”, que estriba en la identificación con la profundidad divina de la propia alma”, al superar el “dualismo tan propio de Occidente”, es decir, al superar la racionalidad, la lógica y los principios primeros del ser y del conocer (7). Pero el hombre, objetamos, no es  un ángel, por lo que carece de intuición suprarracional. La pretensión de conocer en la tierra la naturaleza de Dios es el error del ontologismo, varias veces condenado por el magisterio de la Iglesia y refutado, además, por la sana filosofía.

Además, la filosofía panikkariana es idealista y está al mismo tiempo profundamente impregnada de esoterismo, que pretende divinizar el alma mediante una técnica mental secreta o iniciática, la cual se supone que ofrecerá la visión directa de Dios en esta tierra (sin necesidad de la gracia santificante, sobrenatural por esencia y don gratuito de Dios, que nos dará post mortem la visión beatifica de la naturaleza divina por conducto del lumen gloriae).

El influjo de Teilhard
Resultado de imagenPanikkar no oculta el influjo que Teilhard de Chardin, el fundador de la nouvelle theologie, ejerció en su pensamiento cuando refiere que cruzó el río Ganges y subió a un monte alto, donde, tras sumergirse tres veces en el agua según el rito hindú, celebró “la primera Eucaristía sobre el techo del mundo (…) en un río cósmico, (…) Creo firmemente que en derredor mío todo es el Cuerpo y la Sangre del Verbo”(8).La conclusión teológica a la que llega Panikkar después de la celebración del rito iniciático hinduista seguido de la del rito publico cristiano es, pues, el panteísmo : La realidad es toda divina.(…) El sentido profundo de la encarnación cristiana vuelve divino todo lo que es concreto y limitado, y hasta la materia y el cuerpo”(9). Panikkar afirma la “revelación sin el revelador” (10), así como “el hombre que concelebra con el universo entero, en el sacrificio cósmico en el que todos los dioses están implicados” (11).

Además, tiene Panikkar un concepto ambivalente y distorsionado del ser y del devenir. En efecto, para Panikkar la noción de devenir se entiende de dos maneras: ya como “venir del ser” o sea, “de una suma infinita de posibilidades, de un ser infinito, un Dios”-y esta es, en su sentir, la concepción cristiana del devenir (párese mientes en ello: del devenir, no de la creación de la nada)(12);-ya como “llegar a ser, venir al ser, pero sin la afirmación de un Ser precedente”, por lo que “al principio no había ni Ser ni No Ser 8(…) sino que lo que hubo fue el sacrificio (…) el desmembramiento del “dios en las cosas”, lo cual, al decir de los Vedas ( los libros “sagrados del hinduismo), “ dio vida al Ser”, al paso que liberó a Este “del peso de tener que crear los seres” (13). Esta segunda concepción no es distinta de la del cristianismo, sigue opinando Panikkar, quien se remite una vez más a los Vedas, cuyos “videntes “emprendieron la arriesgada aventura “de sobrepasar la frontera del ser para fluctuar en la nada absoluta y descubrir que el No Ser es la atmosfera eterna del Ser, su velo protector, (…) el espacio donde Dios aun no es Dios, donde, por no ser creador, es “nada”. (…)En los Vedas se da el descubrimiento de que Dios, como tal, no pasa de ser algo coextensivo con los seres; de que aparece sólo cuando los seres están presentes. Se trata, de algún modo, de un “nacimiento” de Dios en cuanto autorrealización suya. El Señor es persona e impersonal, Ser y No ser (14). Así, pues, Panikkar rechaza tanto la interpretación puramente objetiva o trascendente de Dios como la meramente subjetiva o inmanente. Un Dios sólo subjetivo es producto del corazón del hombre; un Dios solo objetivo es producto de la mente humana.

La solución estriba, para Panikkar, en hacer coincidir la existencia real y objetiva de Dios con su existencia subjetiva, ideal e inmanente, ya que “Dios no es un objeto, Esto sería idolatría” (15). De donde, así como el idealismo mágico (Schelling más el esoterismo cabalístico) produjo el pensamiento de Julius Evola, así, y por igual manera, el subjetivismo Kantiano más el esoterismo oriental produjo el pensamiento panikkariano, que coincide a su vez con la doctrina del Concilio Vaticano II, en especial con el pancristismo de la Gaudium et Spes, que llegó a ser el “caballo de batalla” de Juan Pablo II.

El Pancristismo
En efecto, la Gaudium et Spes enseña en su n°22: “El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido en cierto modo con todo hombre”. Además, Juan Pablo II asevera en la n°9 de su primera encíclica (Redentor Hominis, de 1979). Dios se acerca en El (Cristo) a todo hombre dándole el Espíritu de Verdad tres veces Santo” y afirma asimismo en el n°11 de la misma encíclica: La dignidad que todo hombre ha alcanzado en Cristo: “ésta es la dignidad de la adopción divina”. Dice también en la n°13 de la encíclica en cuestión: no se trata del hombre abstracto, sino del real, concreto, histórico; se trata de cada hombre, porque (…) Cristo se unió con cada uno para siempre (…). El hombre fue redimido por Cristo sin excepción alguna, porque Cristo se unió de algún modo con él- con cada hombre, sin exceptuar a nadie-aunque este no sea consciente de ello (…) misterio este del que participa cada uno de los cuatro mil millones de hombres que viven en nuestro planeta desde el momento en que es concebido bajo el corazón de su madre”. En el n°1 de su segunda encíclica (Dives in Misericordia, de 1980), Juan Pablo II asegura. “Mientras las diversas corrientes del pensamiento humano del pasado y del presente propendieron y sigue propendiendo a separar el teocentrismo del antropocentrismo, y aun a contraponerlos, la Iglesia (…) procura conjugarlos (…) de manera orgánica y profunda. Este es uno de los puntos fundamentales, acaso el más importante, del magisterio del pasado concilio”.

Juan Pablo II escribe lo siguiente en el n°50 de su tercera encíclica (Dominum et Vivificantem, de 1986): “El Verbum caro factum est. Y el Verbo se unió a toda carne, sobre todo al hombre: este es el alcance cósmico de la redención. Dios es inmanente al mundo y lo vivifica desde dentro. (…) La encarnación del Hijo de Dios significa la afirmación de la unidad con Dios no sólo de la naturaleza humana, sino también, en cierto sentido, de toda carne en ella: de (…) todo el mundo visible y material (…). El primogénito de toda criatura se une de algún modo, al encarnarse (…), a la realidad integra del hombre (…) y en ella a toda carne, a toda la creación”.
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Se ve, pues, que son sustancialmente idénticos el pensamiento de Panikkar y el del Concilio Vaticano II concentrado en la Gaudium et Spes, y que de ambos nace el “espíritu de Asís”, que constituye su praxis “liturgica”.




La “desdivinización” del ser

HEREJÍA
Panikkar recupera asimismo el concepto modernista de la experiencia religiosa. Afirma, en efecto: “El catolicismo, si quiere ser realmente “católico”, es decir, universal, no puede reducirse a una doctrina, porque la doctrina está limitada siempre por los postulados que le dan fundamento y sentido. De ahí que el catolicismo deba ser, como todas las religiones, una experiencia única, personal, intransferible (…).La comunicación entre experiencias no se hace gracias a la razón, sino con el amor, con la simpatía” (16).


HEREJÍA

Según Panikkar, es “la inmersión en el mundo budista “lo que “nos ayuda a purificar la imagen de lo divino”: “Dios es No Ser”, “cualquier afirmación sobre Dios es una mentira”. El principio de la finalidad ha falseado la mentalidad europea (17), mientras que en el budismo hay un ateísmo que quiere ir más allá del pensamiento, que no afirma que Dios “es” porque, de ser así, se pensaría a este como un ente, igual que hace la metafísica tomista (18). Para el budismo en cambio, el ser es tan solo un verbo: no hay un Ser que haga existir las cosas y las sostenga; las cosas “son” porque emanan de Dios, no son creadas, y Dios constituye su origen de una manera inefable, no cognoscible por el pensamiento (19).

“En definitiva, si Dios es el Ser, ya no hay lugar para los seres. (…) El ateísmo está a las puertas y también la secularización. (…)Ahora bien, de estas profundas aporías nace el personalismo, que se pone como síntesis entre (…)una religión vivida como mera contemplación intelectual y la restitución a ésta, en un plano más maduro y avanzado, del carácter de dialogo personal (…) entre un Dios que se revela como un “Yo” que nos habla a nosotros, que somos todos sus “tu” (20).


HEREJÍA

El sacerdote Luigi Giussani hablaba de “encuentro personal”, pero, para Panikkar, es menester avanzar más en la “desdivinizacion” del Ser. Y aquí se tornan necesarios tanto la negación atea, implícita en cualquier concepción teísta tradicional, como el apofatismo, con su negación del Ser y del “No Ser”. En suma, que de Dios no se puede decir que es, sino solamente que no es” (21).
“Partí como cristiano, me descubrí hindú y vuelvo budista sin haber dejado de ser cristiano, antes al contrario, a mi vuelta me he descubierto mejor cristiano, porque, como tal, no afirmo ya ser sólo cristiano”(22) : este es, a juicio de Panikkar, el punto de partida del diálogo interreligioso e intrarreligioso. “En vedad-dice-, el problema radica en buscar vivir la fe propia sin la pretensión de estar practicando la única religión verdadera. (…) Porque ninguna religión es capaz de expresar toda la realidad y dar cuenta de ella. Nosotros no constituimos el club de la verdad como cristianos, hindúes o budistas.


HEREJÍA

Solo el arco iris entero brinda una imagen completa de la verdadera dimensión religiosa. (…)Pero esto no es posible si no me elevo por encima de la dicotomía sujeto-objeto, si no desisto de conocer a Dios como objeto no llego a comprenderlo como siendo yo mismo(23).

Naturalmente, esto no es para Panikkareclecticismo o sincretismo, sino una autentica experiencia en el seno de la propia fe” (24), igual que, al decir de Juan Pablo II y de Benedicto XVI, no son irénicos ni sincretista los encuentros celebrados en Asís en 1986 y 2011. Más ninguno de los tres demuestra lo que dice. Para ellos la fe está abierta a todas las religiones; la creencia, en cambio, es relativa a una sola religión y se encierra en esta. De ahí que la fe sea el terreno común de todas las creencias. Así piensan evitar el peligro del irenismo en cuanto a la religión, mas no se cuidan de evitarlo tocante a la fe.


HEREJÍA

Panikkar logra incluso hacer que coincidan Dios y el diablo, “que son dos símbolos que se necesitan el uno al otro. No hay Dios sin diablo, ni diablo sin Dios. No son separables. En la vida debo ver a Dios en mí, pero también en el diablo (…) Es menester la transformación de las contradicciones en polaridades creativas” (25), “Si el hombre no existe, tampoco existe Dios (…) La vida no es finita, no está hecha de una vez por todas, no vamos al cielo o al infierno. No Andamos…..y en el camino, a medida que caminamos, se dilatan los horizontes” (26).

Acabamos de redactar una breve síntesis del pensamiento subyacente en el dialogo ecuménico, en los encuentros interreligiosos del postconcilio y en las celebraciones eucarísticas con parámetros color arco iris, al estilo New Age, un color que representa la unidad trascendente de todas las religiones. Vamos a examinar ahora sus principios esenciales desde el punto de vista de la sana razón y de la doctrina católica para sacar una conclusión de ello.


CUANDO UN HOMBRE A OTRO HOMBRE EXALTA, ES UN HOMBRE FALAZ QUE A OTRO HOMBRE FALAZ EXALTA; ES UN INSENSATO QUE A OTRO INSENSATO EXALTA, UN CIEGO QUE EXALTA A OTRO CIEGO
(…) Y LO ENGAÑA AL EXALTARLO
Imitación de Cristo, III, cap.50, 8

La doctrina católica y la experiencia religiosa

Explica el padre Cornelio Fabro en la Enciclopedia Cattolica (Ciudad del Vaticano, 1950, voz “Experiencia religiosa”, vol. V,cols. 601-607 ) que la experiencia religiosa es cierto “contacto” que la conciencia humana busca tener con Dios. Tiene aquella un doble movimiento por parte del hombre: la aspiración del alma de llegar a Dios y la advertencia de la presencia y acción divinas en el alma. Hay una noción ortodoxa y conforme con la sana teología de la experiencia religiosa, y otras que son heterodoxas. La pinikkariana se cuenta estas últimas. La concepción ortodoxa es la mística, o tercera vía de los “perfectos”. La verdadera experiencia divina supera toda falsa “inmanencia, “cualquier técnica esotérico-gnóstica o filosofía orientalizante   que induzca a forjarse la ilusión de poder llegar a la auto divinización con solas las propias fuerzas. Dios, por el contrario, es personal y trascendente y, por ende, inalcanzable de manera natural, así como infinitamente distante de toda capacidad creada; tanto angélica como humana. Es creador libre y redentor por su espontanea voluntad, no por obligación o necesidad alguna.

Dios está “presente” (27) en todo lugar, así que, también en el hombre, no viceversa, como querría la concepción antropocéntrica o inmanentista, según la cual el hombre está en Dios y coincide necesariamente con El. Además de la “presencia natural” de Dios u omnipresencia (por esencia, potencia y conocimiento)(28), se da una “presencia espiritual” o racional de Dios como objeto en la inteligencia y la voluntad del hombre, quien parte de las criaturas para remontarse, mediante un silogismo, al conocimiento del Creador como causa primera para después amarlo con amor natural. Por último, se da la “presencia sobrenatural” de Dios en el alma de los justos por obra de la gracia santificante (29), la cual vuelve al hombre realmente partícipe de la vida divina, si bien de manera finita. Dios se encarnó y nos redimió por pura misericordia, lo cual excluye toda técnica catártica o purificación exclusivamente iniciática por parte del hombre.

La concepción heterodoxa de la experiencia religiosa es, sobre todo, la del subjetivismo protestante, modernista y postmodernista o panikkariano.

En religión, el protestantismo puso con Lutero (+1546) el subjetivismo en las relaciones con Dios, como Descartes (+1650) lo pondrá en la filosofía (30) y como Rousseau (+1778) en la política (31). Martin Lutero apelaba a la subjetividad de la sola fides  (que no es la virtud teologal cual acto intelectivo y voluntario, sino que es una “fe fiducial”(32), que en realidad es “presunción de salvarse sin méritos”) y del testimonium Spiritus Sancti, los cuales coinciden, al decir de él, con el sentimiento individual y subjetivo, único criterio y objeto (que coincide y se pierde en el sujeto)de la religiosidad. El padre Fabro define tal teoría como “disociación de la conciencia en el contenido objetivo de la fe” (ivi, col. 603); una disociación que se vuelve obsesiva y paroxística en Panikkar.



El modernismo

LOS HEREJES CARISMÁTICOS

En la filosofía, la modernidad laica elevó la experiencia religiosa subjetiva a criterio absoluto e independiente de todo dato objetivo. Tiene como fundador a Kant (+1804), para el cual Dios no es un ente real y objetivo, independiente del sujeto humano, sino un postulado de la “razón práctica”, que siente la necesidad de una experiencia religiosa de la divinidad a la cual no puede llegar la “razón pura” o teórica. De Kant nace una doble orientación del pensamiento: una más filosófica y racionalista, a saber, el idealismo trascendental de Fichte (+1814), Schelling (+1854) y Hegel (+1831), que subordina la religión a la filosofía subjetivista; otra más bien espiritual y misticoide: el irracionalismo fideísta de Schleiermacher (+1889), o sea, “la nueva hermenéutica” (33).Schleiermacher sigue a Kant privilegiando el sentimentalismo subjetivista religioso; más aún, para Schleiermacher el “sentimiento es el único criterio de la verdad” (ivi,col.603); de ahí que la “ fe sea puro sentimiento inmediato” (ivi).
Tal concepción subjetivista y sentimentalista comienza a tomar con el modernismo (34) una orientación cada vez más irracionalista; la experiencia religiosa sustituye por completo tanto a la recta razón como a la revelación divina y a la fe teologal.
El protestantismo francés y Auguste Sabatier (1839-1901)- con su obra Esbozo de una filosofía de la religión, Paris, 1879-fueron la punta de diamante de la experiencia religiosa subjetivista irracionalista, que insiste en el primado de la vida y de la experiencia sobre la fe objetiva y la razón especulativa. El influjo de Sabatier fue tan fuerte, que la teología evangélico-protestante ha sido esencialmente, en los últimos ciento cincuenta años, una fenomenología de la experiencia (35). En el campo católico, Maurice Blondel (1861-1949) introdujo el subjetivismo y la experiencia con la nueva definición de verdad como adaequatio rei et vitae y no ya adaequatio rei et intellectus. El vitalismo de Henri Bergson (+1941) procuró disolver la región en una experiencia psicológica íntima. El americanismo o modernismo ascético y el pragmatismo, con William James (1842-1910) (36), redujeron la religión a sentimiento subjetivo que mana impetuosamente de la “subconsciencia”, ahondando cada vez más en el inmanentismo sentimentalista y abriendo las puertas de par en par al psicoanálisis cabalístico-freudiano (37), del que Panikkar bebe en abundancia.


El Apofatismo

El Apofatismo (del Griego apofasis: “no afirmar) es el error, asumido por el panikkarismo, que niega la capacidad humana de afirmar cualquier cosa relativa a Dios, a su existencia y, principalmente, a sus atributos o cualidades, es decir, que, según tal yerro, aun suponiendo que Dios existía, el hombre no puede probarlo con certeza, y, sobre todo, no puede decir nada de su naturaleza, ni cuáles son sus características.

El apofatismo es una forma de a-gnosticismo (a-gignosco: “no conozco”) teológico que desemboca en el nihilismo teológico. Nace de la tendencia a limitar en exceso la capacidad de la razón humana de conocer con certeza la verdad o la realidad; si dicha tendencia se manifiesta referente a lo Absoluto, tenemos el apofatismo teológico; si se detiene en las verdades o realidades naturales, no pasa de ser agnosticismo filosófico.

El fundador del apofatismo teológico fue Moisés Maimonides (+1204), que despojaba a los hombres o atributos divinos de todo valor objetivo, con lo que se anticipó al Kantismo, al decir del cual siento necesidad de Dios, pero no puedo probar teóricamente su existencia real y objetiva, fuera de mí ( Critica de la razón pura); con todo, como lo necesito desde el punto de vista moral para vivir correctamente, mi voluntad puede y debe afirmar a Dios como un postulado indemostrable del sentimiento humano (Critica de la razón práctica).

 El modernismo aceptó también el agnosticismo filosófico y teológico Kantiano al adoptar su inmanentismo. Sto. Tomás, en cambio-cuya doctrina en este punto fue asumida por el Vaticano I, que la constituyó en objeto de una definición dogmática- enseña que pese a no ser perfecto el entendimiento humano ni poder conocer todo de toda realidad, llega a conocer con certeza algunas cosas así como la verdad de ciertas realidades;  el conocimiento de las realidades superiores a si mismo lo efectúa mediante auténticas analogías, en el sentido estricto del vocablo (cf. A. Zacchi, Dios, vol. I; La negación, Roma. Ed. Ferrari, 1925, pp.167 y ss.)

Fuente:  SÍ SÍ NO NO Año XXIII, N.247  REVISTA CATÓLICA ANTIMODERNISTA FEBRERO 2013

Lo que sigue ocurriendo ahora: 

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Lo que debemos hacer nosotros católicos aferrarnos
a la Santa Doctrina de la Cruz y rechazar a la herejía.

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