Marco Antonio Guzmán Neyra | Facebook
El Odio de Satanás contra la Misa
Por el R.P. Guillaume Devillers, FSSPX
Iesus Christus Nº 102, Noviembre – Diciembre 2005
En el año 1957 Jean Ousset publicaba su obra maestra,
"Para que Él reine". El texto que sigue se encuentra en las primeras
ediciones, tanto francesas como españolas. En perfecto acuerdo con la doctrina
tradicional de la Iglesia, el autor nos muestra aquí cómo la Misa está en el
centro del combate apocalíptico que se desarrolla entre la revolución satánica
y la Iglesia. Con esta precisión, sin embargo: la Misa sí, pero "la Misa
dicha y bien dicha", es decir, según la voluntad misma de Dios expresada
por los sagrados cánones de la Iglesia.
Tengamos en cuenta que la Misa nueva, tal como se celebra hoy
en día, no había sido aún inventada por el Padre Bugnini, de infeliz memoria,
pero sí se empezaba a difundir en el clero un espíritu de innovación que pronto
terminaría en el desastre conciliar y pos-conciliar.
Estas páginas son admirables y merecen ser leídas y meditadas
por todos los que desean trabajar eficazmente "para que Él reine".
Es, en primer lugar, por la Misa que Nuestro Señor reinará en los corazones y en
las instituciones sociales o políticas para que las almas se salven.
Mons. Lefebvre aprobó plenamente no sólo el libro sino
también la obra de la Ciudad Católica, con todos los principios doctrinales y
modos de acción que ella profesaba y que el libro expone.
Ignoramos por qué motivos este capítulo fundamental sobre la
Misa ha sido suprimido de las ediciones posteriores. Pero está claro que no
encaja absolutamente ni con las nuevas enseñanzas ecumenistas y liberales del
Concilio Vaticano, ni con el rito reformado de la misa nueva que las expresa.
El lector encontrará en un cuadro aparte la carta de Mons.
Lefebvre publicada en las primeras ediciones del libro. Destaquemos esta frase:
"Nuestro Señor reinará en la ciudad cuando algunos miles de discípulos estén
convencidos de la verdad que les es transmitida y que esta verdad es una fuerza
capaz de transformarlo todo".
Apoyados, pues, en la doctrina que nos ha sido transmitida y sobre el Santo Sacrificio de la Misa, según el rito tradicional, procuremos colaborar con celo para esta gran obra del reinado de Jesús y María.
Apoyados, pues, en la doctrina que nos ha sido transmitida y sobre el Santo Sacrificio de la Misa, según el rito tradicional, procuremos colaborar con celo para esta gran obra del reinado de Jesús y María.
Odio de Satanás contra Jesucristo y Su Iglesia
"Satanás combate en todas partes —escribe el R. P.
Fahey— y en todas partes intenta eliminar lo sobrenatural. El ser entero de
este puro espíritu, toda esa incansable energía, de la cual nosotros, pobres
criaturas de músculos y nervios, no podemos hacernos una idea adecuada, está,
siempre y por todas partes, dirigida contra la sumisión sobrenaturalmente
amorosa a la Santísima Trinidad. Nosotros cambiamos de parecer y tenemos
necesidad de descanso y de sueño. No le ocurre lo mismo a Satanás. Toda su
espantosa energía está dirigida, sin cesar, con el más infatigable
encarnizamiento, contra la obra de salvación y de restauración del Verbo hecho
carne".
Hemos visto que el resultado de tal revuelta era, sobre el
plan de las ideas, el naturalismo.
Desde el punto de vista en que ahora nos situamos, el de un combate más concreto, podemos observar que los ataques del infierno tendrán, primeramente, como objetivo la humanidad en general, en cuanto privilegiada del Amor divino; seguidamente el orden cristiano más estrictamente considerado, y en fin, la Iglesia Católica, más directamente vulnerable en sus miembros, laicos o sacerdotes. Los sacerdotes, sobre todo, serán el objeto del odio infernal, no solamente porque son los cristianos por excelencia, sino porque son los hombres de la Misa.
Desde el punto de vista en que ahora nos situamos, el de un combate más concreto, podemos observar que los ataques del infierno tendrán, primeramente, como objetivo la humanidad en general, en cuanto privilegiada del Amor divino; seguidamente el orden cristiano más estrictamente considerado, y en fin, la Iglesia Católica, más directamente vulnerable en sus miembros, laicos o sacerdotes. Los sacerdotes, sobre todo, serán el objeto del odio infernal, no solamente porque son los cristianos por excelencia, sino porque son los hombres de la Misa.
La Misa es, en efecto, la renovación de ese sacrificio del
Calvario por el cual la humanidad se reconcilia con Dios, con lo que el orden
inicial se encuentra de esta forma restablecido por una unión nueva, en cierta
manera, de lo natural y de lo sobrenatural: unión que habían destruido y como
rechazado nuestros primeros padres.
"El olvido de esas verdades fundamentales —escribe el R.
P. Fahey— hace difícil a las gentes, que no leen más que los periódicos y
frecuentan el cine, comprender el odio a la Misa y al sacerdocio mostrado por
la Revolución, masónica o comunista, en España, en México o en otras partes. La
formación dada por Moscú no basta para justificarlo..."
De todas maneras, no huelga saber distinguir lo que Satanás
buscaba con la crucifixión de Nuestro Señor y la finalidad que persigue ahora,
al provocar y dirigir los ataques contra los que celebran la Misa y los que a
ella asisten.
"Satanás movió a los jefes del pueblo judío a
desembarazarse de Nuestro Señor, pues tenía conciencia de la presencia en el
hombre Jesucristo de una excepcional intensidad de esa vida sobrenatural que
detesta; pero, ciertamente, no quería y no pensaba entrar en el orden del plan
divino de la Redención. Su orgullo no le permitió comprender el misterio de un
Amor que llegaba hasta la divina locura de una inmolación en la Cruz. Los
demonios no sabían, en efecto, que el acto de sumisión del Calvario significaba
el retorno al orden divino por la restauración de la Vida Sobrenatural de la
Gracia para el género humano".
San Pablo insiste diciendo que si (los demonios) "lo
hubiesen sabido, no habrían nunca crucificado al Señor de la Gloria" (I
Corintios, 11,8). Y Santo Tomás: "Si los demonios hubiesen estado
absolutamente ciertos de que Nuestro Señor era el Hijo de Dios y si hubieran
sabido de antemano los efectos de Su Pasión y de Su Muerte, nunca hubieran
hecho crucificar al Señor de la Gloria".
"Pero, si bien los demonios comprendieron demasiado
tarde el sacrificio del Calvario, están, por el contrario, perfectamente enterados
de la significación de la Misa. Ahí se adivina su rabia. Todos sus esfuerzos
van dirigidos para impedir su celebración. Pero, no pudiendo terminar
totalmente con este acto único de adoración, Satanás intenta limitarlo a los
espíritus y a los corazones del menor número posible de «individuos...»"
Y esta lucha continuará hasta el fin de los tiempos. De esta
forma se comprenden las apremiantes recomendaciones de los Apóstoles y de los
Santos para ponernos en guardia contra Satanás y sus demonios. Conocemos la
fórmula de San Pedro sobre el león rugiente buscando a quien devorar. San
Pablo, por su parte, no temía escribir a los Efesios "Revestíos de toda la
armadura de Dios para que podáis resistir a las insidias del Diablo, que no
nuestra lucha contra la carne y la sangre, sino contra los principados, contra
las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los
espíritus malos de los aires. Tomad, pues, la a madura de Dios para que podáis
resistir en el d malo, y, vencido todo, os mantengáis firmes" (V 11, 13).
Cuando se ha comprendido el sentido y el alcance de esta
lucha, cuando se conoce el plan de universal restauración realizado por
Jesucristo y su Iglesia, aparece inevitable que Lucifer y todo el infierno con
él se encarnicen en hacer fracasar es plan y que a la catolicidad (entiéndase:
a la universalidad) de la salvación operada por la acción sobrenatural de la
Gracia, Satanás busque oponer la negación de un universalismo puramente
natural, de cual el Señor de la Gloria sería expulsado y en cual la obra de la
redención estaría neutralizada! anulada.
Pero... "ab ortu solis usque ad occasum... in oí ni loco
sacrificatur et offertur Nomini Meo oblat munda... De levante a poniente, en
todas parte he aquí que sacrifican y ofrecen a Mi Nombre una oblación
pura...". Esta frase del profeta Malaquias indica, por el contrario, el
orden divino.
Que la Misa sea celebrada y bien celebrada (el tiéndase:
según la voluntad misma de Dios formulada por los Santos Cánones de la
Iglesia). Que pueda ser celebrada de levante a poniente, en todos
los lugares... Que pueda haber, para celebrarla, numerosos sacerdotes,
santos y doctos en la ciencia de Dios... Que todo esté ordenado en
este mundo, para que los méritos de la Misa puedan extenderse más abundantemente,
lo más totalmente sobre el mayor número posible, y para eso, obrar de
suerte para que todo esté puesto en práctica, directa o indirectamente,
sobrenatural y naturalmente, con fin de que el mayor número posible esté lo
mejor preparado para cosechar, gustar, buscar esos frutos de salvación eterna
más universalmente conocido... ¿no son éstas realmente las razones supremas del
orden universal, y por tanto, la primera justicia? Finalidad
de todos los esfuerzos de la Iglesia en cuanto que Ella está directamente
encargada del magisterio y del ministerio específicamente religioso y
sobrenatural. Finalidad muy real, aunque indirectamente buscada, del mismo
poder civil y de las instituciones. Finalidad real de ese mínimo, por lo menos,
deseable de bienestar, de expansión material, intelectual y moral que Santo
Tomás nos ha enseñado que era indispensable, comúnmente, para la práctica de la
virtud. Finalidad real de esa defensa de las buenas costumbres, que es uno de
los primeros deberes del Principado. Finalidad real, en fin, de esa paz, de esa
comunidad, de esa comunión entre los individuos, las clases o las naciones, de
las cuales, está bastante claro, el mundo está atrozmente alejado, como también
está atrozmente alejado de Dios.
He ahí, pues, en su magnífica unidad, el plan natural y
sobrenatural del universalismo cristiano o catolicismo. Sabemos que San Ignacio
ha hecho de ello el "Principio y el Fundamento" de sus
"Ejercicios": "El hombre es criado para alabar, hacer reverencia
y servir a Dios, Nuestro Señor, y, mediante esto, salvar su alma. Y las otras
cosas sobre la faz de la tierra son criadas para el hombre y para que le ayuden
en la prosecución del fin para el que es criado. De donde se sigue que tanto
ha, de usar de ellas cuanto le ayuden para su fin, y tanto debe quitarse de
ellas cuanto ello le impiden".
He ahí, pues, lo que Satanás no puede dejar de combatir. Por
la persecución manifiesta, o de otro modo, por la presión hábil de un conjunto
de instituciones sofisticadas, prohibir alabar, honrar, servir a Dios, Nuestro
Señor, y, en consecuencia, entorpecer la salvación de las almas, es imposible
que no sea la mayor preocupación del Infierno.
Ave María gratia plena ...amén.
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