jueves, 18 de junio de 2015

SAN MAXIMILIANO KOLBE Y LA MASONERÍA

LA FRANCMASONERÍA, 

ESCLAVA DE LA JUDERÍA

Masones y comunistas, títeres son de los sionistas
  
SAN MAXIMILIANO KOLBE: SOBRE LA MASONERÍA Y LA JUDERÍA
   
Nota de la Revista Cabildo: En un número del “Catapulta” –la briosa y siempre bien informada publicación digital que dirige el Dr. Augusto Padilla- se publicó una nota titulada “El libro de cabecera de San Maximiliano Kolbe”, tomado a su vez del N° 125 de la revista “Chiesa Viva”.
  
Hemos creído oportuno ofrecer a nuestros lectores una traducción de dicha nota. Porque el caso de San Maximiliano es una prueba de varias cosas que no deben dejar de ser dichas. La primera, bien que triste, del poder de la judería, como diría Israel Shamir. Ya que si hubo una canonización impulsada por Israel y por los partidarios de la herejía judeo-católica fue esta. Era el santo que necesitaban para terminar de demonizar el “holocausto” y anatemizar al Tercer Reich, no por lo que tuviera de reprobable, sino en la línea de la propaganda aliadófila.
   
Pero Dios no se deja burlar; y escribe derecho con renglones torcidos, según popular sentencia. Y a poco de elevado a los altares –estudiando y revisando su vida y su obra– se supo que San Maximiliano había dedicado gran parte de su esfuerzo apostólico a combatir la conjura masónica y judaica que no deja de abatirse contra la Cristiandad. Era, pues, un santo católico, y no la ficción hagiográfica que la propaganda modernista judeo-conciliar quería imponer.

En 1917, Maximiliano Kolbe funda la “Milicia de la Inmaculada”. Naturalmente, su lucha no fue la de abatir las armas del enemigo sino la de llamarlo y convertirlo en pro de su eterna salvación. Por eso, el Padre Kolbe se dirigía a sus enemigos.

San Maximiliano Kolbe, Mártir por la Verdad
  
En un artículo suyo titulado “¡Pobrecillos!”, escribía:
   
“El hombre ha sido redimido. Cristo ha fundado su Iglesia sobre la roca. Una parte del pueblo hebreo reconoció en Él al Mesías; los otros, sobre todo los fariseos soberbios, no quisieron reconocerlo, persiguieron a sus seguidores y dieron curso a un gran número de leyes que obligaban a los hebreos a perseguir a los cristianos. Estas leyes, junto a narraciones y a apéndices, hacia el año 500, formaron un libro sagrado, el “Talmud”. En este libro, los cristianos son llamados: idólatras, peores que los turcos, homicidas, libertinos impuros, estiércol, animales con forma humana, peores que animales, hijos del diablo, etc. Los sacerdotes son llamados adivinos y cabezas peladas (…) a la Iglesia se la llama casa de estulticia y suciedad. Las imágenes sagradas, las medallas, los rosarios, son llamados ídolos. En el “Talmud”, los domingos y fiestas son considerados días de perdición. En este libro se enseña, entre otras cosas, que a un hebreo le está permitido engañar y robar a un cristiano, pues todos los bienes de los cristianos –está escrito– “son como el desierto: el primero que los toma se hace dueño”. Esta obra que recoge doce volúmenes y que respira odio contra Cristo y los cristianos, es considerada por estos fariseos un libro sagrado, más importante que la Sagrada Escritura”.
   
En ocasión del Congreso Internacional de los masones, celebrado en Bucarest en 1926, el padre Kolbe, escribió en un artículo: “Estos señores (es decir, los masones) creen que son ellos quienes han de gobernar: escuchemos, entonces lo que escriben los “Protocolos de los Sabios de Sión”, documento que el Padre Kolbe llamaba: “el verdadero libro fundamental de la Masonería”.
  
Escribe el Santo:
  
“El protocolo número 11 afirma: “Crearemos y pondremos en vigencia las leyes y los gobiernos (…) y, en el momento oportuno, (…) bajo la forma de una revuelta nacional.(…) Es necesario que las poblaciones, desconcertadas por la revuelta, puestas todavía bajo la influencia del terror y de la incertidumbre, comprendan que somos de tal modo fuertes, de tal modo intocables, de tal modo llenos de poder que en ningún caso tendremos en cuenta sus opiniones y sus deseos, sino antes bien, que estamos en grado de aplastar sus manifestaciones en cualquier momento y en cualquier lugar (…) Entonces, por temor, cerrarán los ojos y permanecerán a la espera de las consecuencias (…) ¿Con qué objeto hemos ideado e impuesto a los masones toda esta política, sin darles a ellos la posibilidad de examinar el contenido? Esto ha servido de fundamento para nuestra organización masónica secreta (…) cuya existencia ni siquiera sospechan estas bestias engatusadas por nosotros en las logias masónicas”.
  
En este punto, el Padre Kolbe se dirige a los masones diciendo: “¿Habéis oído, señores masones? Los que os han organizado y secretamente os dirigen, los hebreos, os consideran bestias, reclutadas en las logias masónicas para fines que vosotros ni siquiera sospecháis (…) Pero ¿Sabéis, señores masones, que es lo que os espera el día en que os venga a la mente comenzar a pensar por vosotros solos?” He aquí, escuchad el mismo protocolo:
  
“La muerte es la inevitable conclusión de toda vida (…)Ajusticiaremos a los masones de tal manera que ninguno (…) podrá sospechar, ni siquiera las misma víctimas: morirán todos en el momento en que sea necesario, aparentemente a causa de enfermedades comunes (…)”.

  
Y continúa el Santo:
   
“Señores masones, vosotros que, recientemente, durante el Congreso de Bucarest, os habéis alegrado del hecho que la Masonería se está fortaleciendo por doquier, reflexionad y decid sinceramente: ¡no es mejor servir al Creador en la paz interior (…), antes que obedecer las órdenes de quien os odia?”
  
San Maximiliano se dirige, finalmente a los Jefes Ocultos de la Masonería con estas palabras:
   
“Y a vosotros, pequeño escuadrón de hebreos, “Sabios de Sion”, que habéis provocado ya conscientemente tantas desgracias y todavía seguís preparando otras, a vosotros me dirijo con la pregunta: ¿qué ventaja obtenéis? (…) Gran cúmulo de oro, de placeres, de diversiones, de poder; nada de todo esto vuelve feliz al hombre. Y si aun esto diera la felicidad, ¿cuánto podría durar? Tal vez una decena de años, quizás veinte (…) Y vosotros, jefes hebreos, que os habéis dejado seducir por Satanás, el enemigo de la humanidad, ¿no sería mejor si también vosotros os volviereis sinceramente a Dios?”
  
En otro artículo de 1926, el Padre Kolbe, citando siempre los “Protocolos de los Sabios de Sión”, escribía:
   
“Ellos dicen de sí mismos: “¿Quién o qué cosa está en grado de asestar una fuerza invisible? Nuestra fuerza es, precisamente, de esta clase. La Masonería externa sólo sirve para esconder sus objetivos, pero el plano de acción de esta fuerza será siempre desconocido para la gente”.
  
Pero el Santo subraya con sutil ironía:
   
Nosotros somos un ejército, cuyo “Comandante” os conoce uno a uno, ha observado y observa cada una de vuestras acciones, escucha cada una de vuestras palabras, más aún… ni siquiera uno de vuestros pensamientos escapa a su atención. Decid vosotros mismos: en tales condiciones, ¿se puede hablar de secreto en los planes, de clandestinidad y de invisibilidad?” 
  
Y aquí, el Padre Kolbe revela el nombre del “Comandante” de su ejército:
  
“es la Inmaculada, el refugio de los pecadores, pero también la debeladora de la serpiente infernal. ¡Ella aplastará su cabeza!”
    
Revista Cabildo 3° Época – Año X – N° 83. Págs. 22-23 – Diciembre 2009

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