TRANSCRITO DESDE LA REVISTA LIBERAL Y JACOBINA DE CARETAS
EN
LIMA EL ROSTRO "HUMANO" DE UNA NUEVA IGLESIA
Un sacerdote- el Padre Rouillo- entre las
luces de la ciudad. Otro- el Padre Ampuero- frente a las fábricas, sumergido en
el mundo del trabajo. Un laico- el ingeniero Héctor Gallegos-Parado en frente a la Catedral, desde donde lanzó el
domingo el Pregón que anuncio el lanzamiento de la Misión Conciliar. Una
Iglesia nueva, agresiva, lanzadas a las calles y barriadas, profundamente
revolucionaria, con laicos en los púlpitos y sacerdotes frente a las cámaras de
televisión, pretende crearse un nuevo rostro. Un rostro comprometido en el
quehacer del hombre, que disuelva la vieja y alejada imagen de una institución
distante, paternal, delicada a los rituales y a la mística. El mensaje del
Vaticano llega a Lima. Las decisiones del último concilio, reafirmadas por Encíclicas
violentas, deben cumplirse. Caretas en esta nota refleja el inesperado cambio,
señala sus dificultades, penetra en la pugna interior de las que quieren dar el
salto y los que se aferran a viejas tradiciones.
¿SILENCIO?
La Iglesia sale de los claustros, abandona la
Clausura, quiere dialogar con los hombres, reasumir el mensaje evangélico;
luchar desde la pobreza, con la pobreza, contra la pobreza. La nueva Iglesia se
decide por su Misión Social y quiere que los católicos hallen a Dios a través
del prójimo, sin distinción de ideologías: que es el mensaje enviado del
Vaticano.
LA
IGLESIA YA NO QUIERE QUE SOBEN A LOS SANTOS
El último domingo la Plaza de Armas fue
escenario- una vez más- de interés, sin embargo, no fue esta vez la política
concreta y cotidiana: una institución más amplia, internacional, lanzo el
mensaje de su propia renovación. “El Vaticano vino a Lima”, pregono el
Ing., Héctor Gallegos luego que el
Cardenal Landázuri inauguró el innumerable, sorpresivo, diverso programa de
actividades de la Misión Conciliar. Como simbólico anticipo de un cambio de
actitud, la tradicional procesión de Corpus Christi, se realizó con un ritual
inusitado; en lugar de seguir los fieles al Santísimo, fue el santísimo el que
dio vueltas a la plaza en donde se había celebrado una misa cantada, con
participación laica.
Este lanzamiento culmino una serie de
misterios y febriles preparativos que al decir del Padre José Michenfelder –
del centro de información Católica- unirán en una sola a dos palabras hasta
ahora incomprensiblemente antagónicas Revelación y Revolución.
El último domingo 20, en los 700 lugares de
culto con que cuenta el Arzobispo de Lima, hubo cuatro personas en cada puerta.
Todas llevaban en sus manos talonarios de tres colores diferentes. A cada uno
de los que entraba les entregaban un
papel con una oración: la de la Misión Conciliar. Muchos la habían
guardado “por si las moscas”, otros porque les gusto; la mayoría “porque
no se tira la Palabra de Dios”.
Pero todos ignoraban que esa plegaria
ahorraba explicaciones para la gente que estaba realizando un censo: el de
asistencia a Misa, ordenado por el Padre Augusto Bauzeville, cabeza sociológica
del clero limeño.
Como las Iglesias suelen tener muchas puertas,
más de 4 mil personas, encabezadas por 78 estudiantes de sociología de la U. C.
– que a su vez habían adiestrado 700 responsables- cumplieron esa misión apostólica.
Los colores de los talonarios permitían diferenciar sexos y edades. Una
estratégica marca en el papel registraba el índice de los que llegaban tarde.
Dentro de la Iglesia, mientras tanto, otros observadores anotaban el número de
comulgantes.
No era la primera vez, en los últimos meses,
que la Iglesia se lanzaba a la calle intentando escudriñar la opinión pública,
los escalones de la fe, la mentalidad de
los limeños. Un gigantesco censo- único en el mundo- acabar de acumular 400 mil
fichas en las oficinas cubiertas de mapas de Bauzeville. Durante un mes, más de
tres mil voluntarios, visitaron barrios residenciales y barriadas llevando el
saludo personal del Cardenal Landázuri- “que quería tomar contacto directo con sus
fieles “– asediando a amas de casa y trabajadores con preguntas que
abarcaban desde condiciones de salubridad hasta el grado de acercamiento con la
fe.
Estos inusitados esfuerzos eclesiásticos
tratan de crear bases de orientación para lo que se ha dado en llamar “la
salida de la Iglesia al mundo”; la Misión Conciliar, que comenzara a
lanzar su prédica sobre Lima en los primeros días del mes próximo.
LA IGLESIA:
UN PRODUCTO MODERNO
Los propósitos de L Iglesia Peruana no son
pequeños: pretenden cambiar la mentalidad de los fieles, promover una verdadera
conciencia cristiana, es decir social y preocupada por el prójimo, romper con
los viejos esquemas de la beatería y acercar al seglar y al sacerdote para que actúen
juntos. Para que comprendan- de acuerdo a lo pactado en el Concilio Vaticano II
y a las encíclicas posteriores- que como Dios se encarnó en Cristo, la
Iglesia debe estar en el mundo humano, con sus problemas reales, encarnada en
el dolor y la pobreza. Para lograr estos
fines no desdeñará los medios de difusión de masas- radio, televisión y cine- y
está embarcada en una explosiva campaña publicitaria con lemas tales como: “Un
producto moderno que fue fabricado hace veinte siglos”… El mensaje de Cristo con mentalidad de hoy para los
hombres de hoy y la Lima de hoy.
Se prevé también la participación de los
Dolton en un testimonial definidamente yeah- yeah, por cierto y los
miembros del clero, como lo demuestra nuestra caratula, no desdeñarán
aparecer ante las cámaras con bellas modelos minifaldicas, como Mani Rey y la
canalcuatrisima. Cuando se cerraba esta nota, un sacerdote golpeaba las puertas
de la habitación de Carmen Sevilla, pidiéndole colaboración en la campaña
cuidadosamente planeada por una agencia muy laica de publicidad: Protzel
international.
Ya el decreto sobre los medios de
comunicación social del Concilio Vaticano Segundo, afirmaba: “Entre
las maravillas de la tecnología que Dios ha dispuesto que el genio humano descubra
en Su creación, aquellas que tienen un efecto poderoso sobre el pensamiento de
los hombres son las que interesan más a la Iglesia. Estos son los inventos que
facilitan la comunicación de noticias, el conocimiento y la ciencia”.
La Iglesia peruana no ha perdido el tiempo.
Radio Santa Rosa – vocero "tradicionalista” y conservador – y la más moderna y
postconciliar Radio Luz, lanzan cotidianamente sus mensajes sobre Lima. La
poderosa emisora de Puno y la repartición de radios a transistores, entre los
campesinos no desmienten la nueva vocación comunicante. No en vano el 5 de mayo
se celebró en lima la Jornada Mundial de Medios
de Comunicación Social.
El Padre Juan Cruz –
un pasionista español que vino
especialmente a promover la Misión – explico entonces a CARETAS. “Había – todavía hay- un dualismo
entre la Iglesia y el orden temporal. La misión tratara de solucionar ese
divorcio. Queremos una Iglesia encarnada”. Para lograrlo, Juan
Cruz no vacila en utilizar una terminología que, antes del Concilio, hubiera
parecido irreverente a vulgar en boca de un religioso: “Hay que vender a Dios y el pulpito ya no
sirve. Ocupa el noveno lugar entre los medios de comunicación sociales. Por
tanto, es ineficaz”. La Iglesia utilizara entonces medios más
populares y penetrantes. La palabra de Dios no se mancillara ciertamente por ello.
DAR LA CARA
Hablar desde esas hornacinas adornadas –
pontifica el Padre José
Rouillon, uno de los tres asesores latinoamericanos de la Juventud
Estudiantil Católica Internacional- es contraproducente. Crea distancias.
Inclusive durante la misa lo justo es dar cara al auditorio. La mirada promueve
el dialogo y la Iglesia se ha agotado de monologar”.
Para gran parte de los laicos – y para un
gran sector del clero- este repentino afán de cambio
resulta sorprendente. Las conciencias tranquilas abundan. ¿Qué es lo que hay que modificar? Si hasta con ir a misa, no hacer el mal, confesarse y
comulgar bautizar a los hijos; educarlos en la creencia en Dios. Si se necesita
ayuda y consejo allí está la Iglesia Madre, protectora y cuidadosa de sus
ovejas; y los santos, mediadores del favor divino. Llevar una vida correcta, no
comprometida por nada presuntamente malo, no cometer pecados demasiados
mortales, temer al infierno, desear al cielo. Esto es, para la mayoría de los
católicos, cumplir con Cristo. Y precisamente contra esa mentalidad
pasiva arremete la Misión Conciliar. “Necesitamos cambiar la conciencia de los cristianos- declaró Monseñor
Mario Cornejo, Obispo Auxiliar de Lima- el peruano tiene un sentimiento
católico arraigado, pero nada más. Está acostumbrado a ir a la Iglesia a pedir.
No se siente miembro activo de ella. Apenas si es un buen cliente de Dios”.
Más cáustico aún, el Padre Francisco Ampuero – Director de las Hermandades del Trabajo- catequizo en la ascética sala del Convento
de los Descalzos: “Están
equivocados los que creen que la salvación se logran masajeando a San
Martin de Porres. En Lima hay más
superstición que religión auténtica”.
CATÓLICOS DE
LA “A” A LA “E”
Por eso la monumental encuesta del Padre
Bauzeville, cuyos resultados totales recién se conocerán cuando más
de un millón de tarjetas perforadas hayan pasado por las fauces de la IBM,
divide su muestra en
A- Hostiles
B- Alejados
C- Indiferentes
D- Practicantes
E- Militares.
Los hostiles y los militantes son pocos,
poquísimos. La curva se acentúa mucho en los alejados y aún más en los
indiferentes (aquí los que bautizan a sus hijos, se casan por la Iglesia y
piden la extremaunción). Un 20 por ciento más de practicantes (aquellos
que hemos descrito en “dar la cara”) completa el cuadro. Lo que en
verdad quiere la Iglesia actual es que sus fieles sean militantes. Y para
lograrlo necesita – como dice Mons. Cornejo – “cambiar un estilo que durante siglos
conformó al clero y a los fieles”.
Ese estilo, esa manera de ser católico tan
peculiar, tan
barrocamente supersticiosa, fue sondeado por CARETAS en una rápida encuesta
grabada el domingo último en la puerta de los templos. De las muchas
entrevistas realizadas, se señalarán algunas respuestas que pueden considerarse
típicas de lo que la Iglesia quiere modificar.
A la primera pregunta: ¿tiene usted un santo
de su devoción? Contesto un empleado de 29 años: “Según las circunstancias, según
las necesidades, porque –usted sabe- cada uno tiene su especialidad”.
La mayoría manifestó su adhesión a San Martin
de Porras, porque “es muy milagroso” y a San Hilarión “para cuestiones de plata”.
No es que el clero considere necesario
desterrar esta mística ingenua, sino hacer comprender que hay una misión cristiana
más profunda: “Descubrir
a Dios –declaro el Padre Rouillon – a través del otro del prójimo, de la
definida acción social. Orar en ese contexto, sintiéndose parte del mundo,
haciendo el bien para todos sin distinción de ideologías”.
La segunda y tercera preguntas de nuestro
cuestionario trataban de sondear cual era el concepto de mal y bien de los
entrevistados: ¿Cuál considera usted el
pecado más grave? ¿Cuál la virtud más importante? Sorprendente fue la
respuesta a la primera pregunta dada por Maruja Chávez –de 22 años.
Para ella lo peor no podía sucederle a
alguien era “no ser católico”. Mientras que para Elsa Hembler -24 años- el
peor pecado era faltar al sexto mandamiento (“No Fornicar”) y la máxima
virtud la castidad.
No parecieron muy seguros los entrevistados
en cuanto a responder a una cuestión clave: ¿Qué es más importante ir a misa o realizar un acto de autentica
caridad?
Frente a esa mentalidad simplista –lo que los teólogos nominan “catolicismo externo” -los sectores más renovadores de la Iglesia se
colocan armados de dudas, de preguntas, de necesidad de cambio.
LA VUELTA AL
EVANGELIO
Los orígenes de esta necesidad que para los
suspicaces equivale “a esa
capacidad de acomodo”, a esa “inteligencia jesuítica” que
tendría la vasta institución, fueron sin embargo señalados con claridad por los
sacerdotes entrevistados. Si bien para todos la renovación comienza con Pio
XII, es el Concilio el que plantea los problemas del mundo.
“Éramos
muchos y de todas partes –explica Monseñor Cornejo- y por vez primera
intercambiamos experiencias, comprendimos el grado de nuestros errores”.
Para Rouillon,
la Iglesia se reencuentra ahora con la original palabra de Cristo, retoma su
mensaje. Juan
Cruz opina lo mismo: “Es una toma de conciencia, una
renovación del apostolado”.
Esta postura no pretende permanecer en
terrenos abstractos. Ojear un boletín de la Juventud estudiantil católica puede destrozar el corazón de los que
creen –por ejemplo- que la Iglesia es un instrumento de lucha contra la
izquierda, o un bastión de las tradiciones. En “Nuestra
Acción 1967” numero marzo-mayo, se acumulan las siguientes
recomendaciones, fruto del “trabajo de reflexión” del año
anterior: “Necesidades seleccionadas 1967. 1) Una juventud que no se preocupa
por el cambio de estructuras (de una
sociedad egoísta a una sociedad comunitaria); 2) Una generación que no se
preocupa en buscar su realización y personalización a través de su educación “.
Entre la múltiple bibliografía los jóvenes de la JEC deberían
leer este año títulos como: “El desarrollo Económico”, “Los países
subdesarrollados”, “Los cristianos en la Revolución”, “Por la Revolución
Africana”, “Subdesarrollo y Estancamiento”, “Dialéctica del Desarrollo”.
¿CONCIENCIAS
CONFORTABLES?
Rouillon, por su
parte, no desmiente hablando, el influjo de la preocupación social suya y de su gente:
” Es preciso cambiar la concepción de la
empresa y ponerla al servicio del hombre.
Para ello es indispensable que desaparezcan las Sociedades Anónimas en
donde se oculta el capital. Es necesaria también la creación de frentes obreros
con conciencia de clase. No podemos olvidarnos más que la razón de ser
de la Iglesia es el mensaje de Cristo: No anunciamos negocio ni reino personal.
Cualquiera que lea el Evangelio y las encíclicas deberá comprender que la
opción son
los pobres”.
Para Rouillon
no se ora ni se predica el evangelio
concreto y como resultado los católicos –especialmente los pudientes- viven con
lo que intrépidamente llama “conciencia confortable”. Este confort
despreocupado de la conciencia justificaría la famosa frase de Lenin: “la religión es el opio de los
pueblos”. La solución estaría dada por el cambio de mentalidad:
“Un
vuelco de los valores individualistas –dinero, apariencia, absolutismo de la
propiedad- hacia el respeto por la persona, la democratización de la enseñanza, la desaparición de
las clases sociales”. Rouillon
cree que este vuelco es patrimonio de la juventud, afirma también que a nivel mundial los jóvenes toman
posición en contra de la guerra, en contra de la división de los pueblos, por la unión
del hombre universal, que es el símbolo de Cristo.
Estas declaraciones pueden parecer
aventuradas y hasta poco religiosas. No es así. Rouillon no niega el valor de la adoración y la plegaria, pero piensa
que la trascendencia tiene un nuevo sentido, que la oración se enriquece, “se colorea” en el contacto con el mundo.
LA HERMANDA EN EL TRABAJO
No menos drásticos estuvo, frente a Caretas,
el Padre Ampuero.
“Después
de Pablo VI ya que nadie puede acusarnos de comunistas”, Mas de 25
mil obreros conocen ya la labor de las hermandades del trabajo y comprenden
que más allá
“de esa vaina de las
procesiones”. Para Ampuero la existencia
de injusticia
social es un hecho innegable, Discrepa con lo que el comunismo niega, pero
no con lo que afirma. Con 15 laicos (5
mujeres y 10 hombres) y un ayudante –el Padre Pedro Cantella- a censado fábricas
y oficinas, indagando el estado material y moral de los que trabajan. Es
partidario de la predicación dialogada, discutida. “Porque si la Iglesia se aleja,
ellos se alejaran aún más”. No se cansa de repetir una frase de Pio XII que ilumina su tarea: “Es de lamentar que la materia salga ennoblecida de las fábricas y el hombre embrutecido”. Entre los 46
principios que rigen el quehacer de las hermandades –desde conferencias hasta
vacaciones:
“20-
Propugnamos una justa participación en la riqueza que producimos y afirmamos
que defraudarnos en nuestros
derechos sagrados es un delito contra la
dignidad de la persona”.
“22- pedimos la supresión de privilegios y
concesiones exclusivistas que destrozan el orden económico, social y
cristiano”.
“29 –Acusamos de traición a cuatro
trabajadores, por coacción o por propio interés no defiendan, en sus puestos de
responsabilidad, los derechos de sus hermanos”.
Este cúmulo de santa violencia desorientará
seguramente no sólo al católico
tradicional, al confortable, sino
al suspicaz, al que tiene siempre en boca palabras como las de la señora que vi
entrar a todos los padres de la misión a
una reunión previa, en la cuadra 24 de la Avenida Brasil:
“- ¿Qué ocurre hoy…? –preguntó.
“- ¿Qué el Señor Cardenal se reúne con sus
sacerdotes…
“–Ah… algo estarán tramando…”.
EL QUE HACE
EL ANGEL HACE A LA BESTIA
Después de todo, no le faltaba razón. La
Iglesia está tramando su nuevo rostro, armada de paciencia pero al mismo
tiempo, entusiasta. El salesiano Alejandro
Cussianovich reconoce que falta tiempo para el momento en que pueda decirse
francamente: esta es la cara de la Nueva
Iglesia. “La vida nos ha tomado de sorpresa”, afirma. “Todavía sufrimos de angelismo y olvidamos la
frase de Pascal: Qui fait 1” ange fait la bete”.
Cussianovich, asesor de
las juventudes en el Callao, también realizo el sueño de su encuesta propia. Descubrió
que los alumnos reprochaban -en un 85
por ciento- a sus maestros su incapacidad de educar, de responder a la palabra
a la palabra humana en lugar de dar
lecciones áridas. Señalo que un 80 por ciento de adolescentes acusaron de
culpables de la delincuencia juvenil a un ente importantísimo pero poco
respetado: el vínculo entre Padres e hijos, esa relación deteriorada por el
criollismo y la incomprensión.
Son los propios Padres católicos los que dicen a sus hijos –insiste Cussianovich-
que no se preocupen por quimeras, que el sacrificio no vale la pena, que cada
cual se arregla como macho, como individuo en competencia selvática. Pero esa
juventud que en un 45 por ciento fue incapaz se señalar virtudes positivas en
las personas mayores es, para el salesiano,
la que portará la buena nueva, el evangelión.
La que no hará traición al bautismo.
“Ellos construirán la
ideología a través de la acción revisada y gargarizarán menos que
nosotros”.
LA LECCION
DE MAR DEL PLATA
Concretamente, los tres puntos esenciales de
la Misión Conciliar serán:
1-
Renovación de la
conciencia cristiana.
2-
Vigorización de la vida cristiana.
3-
Plan Pastoral de
Conjunto.
Es en este último parágrafo donde se
concentrara sin lugar a dudas la discusión interna, la contradicción latente en
la Iglesia misma. El Plan Pastoral de Conjunto, incluye la actuación de los laicos,
los sacerdotes y la jerarquía en una sola obra común. La humanización,
que implica la trascendente divinización del hombre. Pero sucede que los que
han seguido de cerca los avatares de la Iglesia en Latinoamérica después del
Concilio, no olvidan las posiciones encontradas que se delinearon en la Décima
Asamblea Extraordinaria del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM)
que se reunió en Mar del Plata (Argentina) entre el 11 y 16 de octubre del año
pasado. La retórica Declaración de Mar del Plata decepciono a los que esperaban
entonces “el nuevo rostro “y demostró que el choque de las
dos líneas de pensamiento reveladas por el Concilio Vaticano II no había dejado
de tener vigencia.
La ideología de las dos corrientes en pugna
puede sintetizarse así:
La Pasiva,
que predica la necesidad de una Iglesia modalista, entregada a la Liturgia y a la caridad. Sus cultores temen ver a la
Iglesia comprometida en cualquier tipo
violento de cambios sociales.
La activa,
“resuelta
a que la Iglesia “promueva
al hombre”, aliente las reformas de estructuras que los países americanos
necesitan.
El mismísimo Pablo VI, en su mensaje al CELAM
se encargó de refrendar la posición de los “activos”, recordando a los prelados que se reunían “para
examinar la presencia de la Iglesia en
el desarrollo y la integración de América Latina, puesto que es el tema éste
que interesa a las naciones deseosas de participar en la comunidad de los
pueblos con toda su vitalidad y el peso de su fuerza”. La penetrante
audacia del texto papal cosechó fervorosos adeptos. Además del revolucionario
brasileño Monseñor
Helder Cámara, Obispo de
Recife y Olinda, figuraron brillantemente Marcos MacGrath (Panamá), Eugenio de Araujo Sales (Brasil), José Dammert
(Perú), Ramón Bogarin (Paraguay)
y los argentinos Vicente Zazpe, Alberto Devoto y Jerónimo Podestá.
Pero los conservadores
consiguieron obstaculizar los impulsos de sus colegas; su desinterés por los 2
grupos de estudio, el silencio público solicitado a Helder Camara, el secreto con que sellaron sus conclusiones, fueron
algunos índices de su actividad. La declaración final sufrió sus embates. Ocho párrafos
desaparecieron en la version oficial y
final del comunicado.
En ellos habían reproches a los conservadores
y ciertas precisiones explosivas: por ejemplo, el apoyo a la reforma agraria y
la convocatoria a todos los sectores, sin distinción de credos, para la obra de
integración y desarrollo de América. Los ocho pasajes mostraban, en fin, una
Iglesia devota hasta la humildad y el
sacrificio: la nueva version del comunicado lavó este sentimiento hasta borrarlo casi
por entero.
EL DESTINO
DE LOS PRECURSORES
¿Ocurrirá algo similar en la Iglesia Peruana,
movilizada por la activa misión conciliar, sacudida por el entusiasmo de su
clero joven? Hace poco un obispo conservador declaró tajantemente: “que
no había hecho llegar el mensaje del Concilio a sus fieles porque no estaban
capacitados para escucharlo”. El Cardenal
Landázuri, sin embargo, que siempre
ha mantenido una postura paternal y equidistante entre las tendencias en pugna,
parece esta vez lanzarse hacia la humanización de la Iglesia de su país.
“El fruto –declaró pausadamente su vocero,
Monseñor Cornejo- se verá con, los años, cuando tengamos una Iglesia menos
marginal, más social, más puesta en el mundo y todo un estilo sea cambiado”.
Más importante que la Misión misma seria para la jerarquía limeña la labor
posterior, el afianzamiento de los logros, el dialogo incesante.
Los antecedentes no son demasiados
alentadores. En distintas épocas llegaron a Lima padres progresistas –europeos todos, indignados ante la
indiferencia y la miseria – que trabajaron en barriadas y formaron discípulos.
A ninguno de ellos le fue bien.
En 1959 el sacerdote francés Louis Joseph Lebret –contratado por el gobierno de Prado por su
curriculum como economista y sociólogo- fue considerado “demasiado audaz” y no se le renovó
el contrato. Había declarado – entre muchas otras cosas- : “El
mayor mal del mundo no es la pobreza de los necesitados sino de la inconciencia de los satisfechos”
Ese mismo año llegó el ya famoso abate Pierre, fundador de Emaús, y fue prácticamente raptado por la Misión de Lima, que lo sumergió-se dijo
que premeditadamente –en actos fríos y protocolares. Eso no le impidió sin
embargo catequizar con abrumadora lucidez: “La libertad que
permite que nuestros hermanos mueran de hambre, que permite que más de la mitad
de un país viva en la miseria, esa libertad es una farsa”.
Cuando volvió en el 63 predicó ante azorados hombres de negocios reunidos por
el IPAE-Instituto Peruano de Administración
de Empresas- en el hotel de turista de Paracas: “Muy pocas grandes fortunas no
tienen un origen sucio. La riqueza embrutece”.
Y se dejó
que ningún peruano fuera a colaborar con sus misioneros europeos. Si bien la
situación ha cambiado bastante y varios núcleos de limeños se han unido a la
obra, el hecho no impide que los católicos
progresistas olviden el injusto exilio del Padre Protain, otro francés desaforadamente cristiano. En una carta
que CARETAS público en 1960- un año
antes de su poca explicada defenestración- decía: “Sufrimiento moral de una sociedad
que no encuentra en Dios la solución de sus problemas económicos y no encuentra
en los demás sino una especie de compasión
enfermiza, un desprecio ostensible o una indiferencia cruel”.
La dura misiva terminaba advirtiendo que la reforma social habría de hacerse de buen o mal grado: “O los cristianos se deciden u
otros los obligarán por la fuerza”. El Vaticano lo ha decidido.
El clero joven y los sectores renovadores esperan el cumplimiento del
mensaje de Cristo: la evangelización. Muchos laicos se incorporarían
con fervor a la obra. Esperan solamente que los múltiples remisos no se
opongan, que la mentalidad tremendista abandone el antiguo
sermoneo, que tanto la jerarquía como el último y más perdido de los
fieles comprendan la urgencia de los últimos mensajes papales.
EN LIMA:
¿HOMBRES O PALOMAS?
Un índice de las pequeñas pugnas, del duro
trabajo que tendrá el sector liberal para llevar adelante la transformación, lo
dan ya hechos pequeños pero significativos. En un proyecto de afiche anunciado
la labor misional, un hombre semidesnudo, parecido a los que promociono el arte socialista, mira inquisitivamente el
espacio sosteniendo en su caída mano izquierda una pequeña cruz. Otro muestra
una mano abierta, anhelante. La aprobación de los bocetos –que aún no está
decidida – ha llevado más de quince días de deliberaciones y objeciones de
buenos padres que preferirían las palomas
tradicionales.
Es obvio que “el gran cambio” deberá
comenzar por la Iglesia misma. Es obvio también que en provincias gran parte de
los obispos pertenecen a la línea conservadora. No
todos –ni mucho menos- comparten la claridad del Monseñor Dammert (Cajamarca),
o del Obispo de Puno.
El 10 de julio se reunirá en Lima el Sínodo
de Obispos. La agenda, aun no confeccionada, prevé la reforma de la liturgia.
No se ha hablado aun -a pesar de que el movimiento actual ha sido
alentado profundamente por la Encíclica “El progreso de los Pueblos”- de
incluir ninguna declaratoria de conjunto. La reproducción textual de un corto
dialogo entre el enviado de CARETAS
y Monseñor Cornejo puede echar mucha luz
sobre el asunto:
CARETAS: ¿Una
declaración del obispado reafirmaría la moral
de los sacerdotes y el laicado en
este reencuentro?
Monseñor Cornejo: Mi opinión personal no
tiene valor… usted sabe, esas declaraciones… siempre quedan diluidas… ¿Usted
cree realmente importante?...
CARETAS: SI.
Monseñor Cornejo: Esas declaraciones…en fin.
“EL PROGRESO
DE LOS PUEBLOS”
Pero a pesar de la resistencia que los
observadores prevén dentro de la misma institución, es indudable que la “resistencia al cambio”
–tema esencial de la sociología moderna- será sin duda superada por la acción
en sí. Es preciso recordar al respecto
que en el Perú la democracia cristiana
es un partido de izquierda. Ya muchas de las religiosas que- bajo la sabia
dirección de la Hermana Miriam Gamboa-
realizaron la encuesta gigante, han pedido todas sus pocas horas libres para el
trabajo en las barriadas. Estas monjas, que acostumbraban visitar asilos y hospitales
descubrieron que el mundo externo también necesitaba de sus servicios.
“No solo los moribundos, los vivos piden por
nosotras”, declaró una.
Los llamamientos de la Iglesia está haciendo
no carecen de autoridad y vigor. En su acuciante invitación al laicado a
participar en la Misión parafrasea: “No todo el que dice Señor, Señor, entrara
en el reino de los cielos; sino el que HACE la voluntad de mi Padre”… (San Mateo, 7).
La última encíclica daba instrucciones
precisas al respecto. Y es difícil que los conservadores –también llamados “los
antiguos”, por el clero iluminado- puedan resistirse a ciertas
aseveraciones terminantes de la última encíclica. “Postula Pablo VI”.
“Publicistas, a vosotros corresponde poner
ante nuestros ojos el esfuerzo realizado para promover la mutua ayuda entre los
pueblos, así como también el espectáculo de las miserias que los hombres tienen
tendencia a olvidar para tranquilizar sus conciencia: que los ricos sepan al
menos que los pobres están a sus puertas y aguardan las migajas de los
banquetes” (83- Hombres de Buena Voluntad).
Y como si toda esta ironía angustiada no
bastara, termina el mensaje papal con palabras pocas difundidas que –sin
embargo- ya nadie podrá negar como Mensaje de la Iglesia:
“De todo corazón Nos os bendecimos y Nos
hacemos un llamamiento a todos los hombres para que se unan fraternalmente a
vosotros. Porque si el desarrollo es el nuevo nombre de la paz, ¿Quién no querrá
trabajar con todas sus fuerzas para lograrlo? Sí. Nos os invitamos a todos para
que respondáis a nuestro grito de angustia, en el nombre del Señor.” (Párrafo
final, 87, Bendición).
Esa es la bendición y el pedido del Vicario
de Cristo en la Tierra. A ella responden, o –lentamente- responderán, los
verdaderos cristianos del Perú.
Juan Carlos Martelli.
FUENTE:
CARETAS MAYO 29-JUNIO 9 DE 1967. PAGiNAS 21-28.