lunes, 2 de abril de 2018

LIRIOS EN EL MULADAR.



Nada hay que me consuele, pero sigue creyendo, y creeré siempre, en la acción de Jesus vivo en las almas y en la historia. En verdad, es inmensa la gangrena, “la ruina”, como decía el santo Padre Pio de Pietrelcina; más “Jesus, el hombre- Dios, existe y obra por sí”.
Narra Giuseppe Prezzolini (1882-1982), en el libro Dios es un riesgo (Milan, ed. Rusconi, 1979), que en 1955, de vuelta de América después de dieciséis años, visito a Mons. G. B. Montini, que aún era arzobispo de Milán. Este le preguntó, entre otras cosas, qué le parecía Italia después de una ausencia tan larga. Prezzolini, al que ningún lazo unía con el credo católico, respondió: “¿Quiere que diga la verdad? Italia es un prado magnifico en el nacen flores perfumadas, pero que se alimentan de una capa profunda de estiércol”.
Así es, por desdicha: esta sociedad, este mundo en el vivimos, es un muladar, o por mejor decir, algo semejante a Sodoma y Gomorra. Pecaríamos de ceguera o ingenuidad si lo negáramos. Mi mamá me decía que “hay muchísimos compañeros malos con los cuales no se debe tratar”, o dichos con otras palabras, con los cuales no se debe dialogar”.
Más a partir de 1960- 1962, por el contrario, se prefirió el optimismo benigno y desistente,  el diálogo fácil y peligroso. Los rectores de la Iglesia comenzaron a sonreír a todos; los eclesiásticos se fueron con “los compañeros malos y, como era natural, nada bueno vino de ahí.
Con razón diría hoy Prezzolini a los herederos de Montini- Pablo VI que Italia y el mundo son un muladar. Con todo, y pese a su laicismo, veía aquel que nacía y se desarrollaban  flores perfumadas, auténticos lirios, podríamos decir. También a nosotros nos pasa lo mismo: encontramos almas de una belleza singular- muchachos, jóvenes, esposos, sacerdotes, gente consagrada en el mundo- allí donde se ha conservado la fidelidad a la traición católica por parte de individuos, familias, pequeños cenáculos y fundaciones de hoy.
 Y nos preguntamos entonces: Pero ¿de dónde vienen éstos? ¿Quién los ha formado así? Quien se formula tales preguntas (el que esto escribe), cuando le es dado encontrar dichas almas, no es Prezzolini, sino alguien que ama a Jesús, el divino seductor. Son las almas en cuestión de condición humilde de casi siempre, desconocidas para el mundo (incluso para las “testas mitradas”, que buscan en otra parte a los “laicos comprometidos” - ¿con qué?-) y a sus colaboradores- ¿para hacer qué?-).
Me ha sido y me sigue siendo dado encontrar a estos “amigos de Jesus”, de los que se burlan a veces ciertos sacerdotes y determinados obispos como si se tratara de gente inmadura, de individuos que nunca hubiesen alcanzado la edad adulta, de auténticos retrógrados. Con ellos no se tienen atenciones, pese a que ruegan por sus pastores y son, precisamente, quienes más los aman aunque estén degenerados. Estos amigos de Jesús son más amigos de Él que muchos obispos y sacerdotes, que no pasan de ser managers de no se sabe que empresa.
Conozco a un excelentísimo muchacho de 26 años, licenciado en ciencias y matemáticas, que fue un domingo a un santuario, con su optima prometida, a rezarle a la Virgen. Se acercaba la fecha de la boda y él le había regalado a ella un pequeño rosario todo de oro, con el crucifijo y la medalla milagrosa. Ella, con el corazón alborozado, se lo puso en el cuello y no se lo quitó ya. Los dos comenzaron a recitar en paz el rosario en el santuario mariano; él iniciaba las oraciones al desgranar las cuentas del rosario, y ella respondía a los Pater y a los Ave Maria. Todo iba bien hasta que llegó de improviso una monja, la cual, celantísima y preocupadísima, fue a encararse con los dos “Angeles” rezadores del rosario y les espetó: “Pero ¿cómo? ¿Dos muchachos guapos y jóvenes como vosotros rezando el rosario? ¡De ninguna manera, no lo hagáis más, poneos al día! ¿De dónde venís? ¡Debéis rezar a la Palabra, leer y meditar la Palabra y comunicaros  el uno al otro  la resonancia  que la Palabra provoca! “. Los dos se quedaron aterrados y él le replicó lo siguiente a aquella monja antes de que continuara. “¡Precisamente usted tenía que decirnos esto! ¡Debería de llevar el rosario  en su hábito y, sin embargo, no lo lleva! Su hábito debería distinguirla como esposa de Jesus, mas, por el contrario, no distingue ya nada de nada.
 En cuanto a nuestras plegarias, nosotros dos rezamos a Jesus y a la Virgen, no a la Palabra porque no conocemos a ninguna santa de ese nombre. Sabemos que todos los papas rezaron el rosario y lo recomendaron a los fieles, y que ilustrísimos  científicos católicos, como Ampere y Medí, rezaban el rosario todos los días. ¿Entendido, reverenda?”. La reverenda, que no había comprendido nada, contesto, en lugar de avergonzarse, que no entendía a los jóvenes de hoy, etc. El joven licenciado prosiguió, diciendo: “Usted necesita comprender a Jesus, pues todavía no lo ha entendido… Luego debería entender siquiera  una cosa: ocúpese de sus asuntos y deje en paz a dos criaturas que se preparan para el matrimonio rezando el rosario a la Virgen”.
La reverenda se marchó por fin, farfullando que la Iglesia  aún no se había renovado del todo.
Conozco asimismo a un hombre de 40 años que sigue célibe. Y no porque sea feo, sino porque, según dice, “las muchachas son bellas- cuando lo son-, pero Jesus es infinitamente más hermoso”. Misa y comunión diarias. Confesión también, dos veces a la semana, movido por una extraordinaria sed de limpieza. Servicio de monaguillo, en la Santa Misa de los días festivos, vestido con un alba blanca y elegante. Testimonio de Jesus con la vida y la palabra, incluso en su difícil ambiente de trabajo, donde ha de soportar palabrotas y blasfemias. Es, asimismo, concejal de la oposición en un ayuntamiento donde impera un centroizquierda de católicos- comunistas.
Puesto que el crucifijo había desaparecido del salón de los plenos sin saber cómo ni por qué, pidió, cursando una solicitud oficial en toda regla, que fuera devuelto a su sitio. Antes del debate sobre el asunto en el salón  de plenos, este joven hombre quiso hablar de ellos con dos señores curas  a fin de recabar  de los mismo alguna razón más en favor del crucifijo. Los sacerdotes le respondieron: “¡Déjalo correr! No te apures por una imagen. Hoy la política y la sociedad son laicistas. ¿Qué pretendes? Da igual que haya crucifijo o no. ¡Eso no cambia nada!”. Los dos prestes adversarios del crucifijo lo dejaron desconcertado, pero eso no impidió  que presentara “batalla” en pro de Jesus…Luego se sometió a votación y solo obtuvo tres votos.
Una vez finalizada y perdida la votación, ese joven hombre tuvo el valor de decir: “Señores, no son los muros los que sostienen el crucifijo, sino que es el crucifijo el que mantiene en pie los muros, ¡Cuidado! Sin él todo se desploma y… grande será  nuestra ruina“.
He aquí, pues, amigos, un pedazo del mundo de hoy. Monjas y curas que no quieren ni rosarios ni crucifijos, mas también jóvenes  enamorados de Dios.
Si el mundo no ha sido aún reducido a cenizas, como Sodoma y Gomorra, se debe precisamente  a estas almas, verdaderas flores perfumadas, que crecen en el muladar, auténticos ángeles de carne y hueso que Dios envía a este mundo  para recordarle que hay otro mundo..
FUENTE: REVISTA CATOLICA ANTIMODERNISTA COLECCIÓN 3, SI SI NO NO AÑO XVII, n. 178, MAYO 2007. PGNAS 7 – 8.

  


    

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