domingo, 26 de mayo de 2013

ENEMIGO A LA VISTA : OTRO SACERDOTE MASÓN INFILTRADO DE LOS MUCHOS QUE HAY EN LA IGLESIA MODERNISTA Y POSCONCILIAR

ENORME DAÑO CAUSAN ESTOS MASONES INFILTRADOS 


"...No disimulan ya sus propósitos. Se levantan con suma audacia contra la majestad de Dios. Maquinan abiertamente la ruina de la santa Iglesia con el propósito de despojar enteramente, si pudiesen, a los pueblos cristianos de los beneficios que les ganó Jesucristo nuestro Salvador.
Deplorando Nos estos males, la caridad nos urge y obliga a clamar repetidamente a Dios:..."

" Mira que bravean tus enemigos y yerguen la cabeza los que te aborrecen. Tienden asechanzas a tu pueblo y se conjuran contra tus protegidos. Dicen: "Ea,borrémoslos del número de las naciones" (Ps.82).
Encíclica Humanus Genus , Papa León XIII


Sacerdote traidor como judas el padre Pascal Vesin


Se «inició» en 2001
Un párroco francés, excomulgado a instancias de la Santa Sede por pertenecer a la masonería
Se había manifestado además reiteradas veces contra el celibato sacerdotal y a favor de los preservativos y el «matrimonio» homosexual.

La Santa Sede, por medio de la Congregación para la Doctrina de la Fe, instó al obispo de Annecy (Francia), Yves Boivineau, a cesar en sus funciones a Pascal Vesin, de 43 años, párroco de Sainte-Anne d´Arly-Montjoie, en Megève, por su reiterada negativa a abandonar la masonería.

Vesin, ordenado sacerdote en 1996, se inició en una logia del Gran Oriente de Francia en el año 2001, justo el año en el que llegaba a la diócesis monseñor Boivineau. El pasado jueves ambos mantuvieron una reunión durante la cual éste fue informado de la sanción, que se hizo pública el viernes mediante un comunicado: una excomunión temporal, con prohibición de recibir los sacramentos y la suspensión de todas sus funciones sacerdotales.

Reiteradas e inútiles llamadas a la conversión
El caso se remonta a 2010, cuando el obispo recibió informaciones sobre esa filiación masónica de Vesin, que él negó. Pero en 2011 ya no pudo seguir ocultándolo, y sencillamente se negó a abandonarla alegando su "libertad absoluta de conciencia". Monseñor Boivineau fue extremadamente cauto en la aplicación de la sanción exigida por el derecho canónico, intentando dialogar y convencer a su sacerdote, hasta que en marzo pasado la Congregación para la Doctrina de la Fe, que estaba al tanto del asunto, instó al prelado a actuar pronto y radicalmente. 

Aun así, según informa Risposte Catholique, consiguió ante la nunciatura un tiempo para hacer llegar la resolución al consejo presbiterial, tres de cuyos miembros hicieron un último esfuerzo por convencer al cura-masón de la incompatibilidad entre sus obediencias. El fracaso de esa gestión llevó al vicario general de la diócesis a desplazarse hasta Megêve para informar al consejo parroquial de la sanción y proveer a su sustitución para las misas.


"Tufo a homofobia"
Los fieles de Sainte-Anne d´Arly-Montjoie llevaban tiempo escuchando las opiniones de su párroco en contra del celibato sacerdotal y a favor de los preservativos y del "matrimonio" homosexual. 



Mientras millones de católicos en Francia se manifestaban en contra de la ley que acaba de aprobarlo, así veía él la cuestión: "Soy un fiel defensor de la laicidad, de la ley de 1905 de separación de la Iglesia y el Estado [ley de inspiración masónica rechazada por el Papa San Pío X en la encíclica Notre charge apostolique, N. de la R.]. La Iglesia no tiene que insmiscuirse en lo temporal. Puede plantear cuestiones, abrir debates... Pero, de ahí a manifestarse... La Iglesia debe acompañar los grandes cambios sociales, pero en este caso se equivoca de combate. No se la ha visto cuando los despidos en ArcelorMittal justo antes de Navidad. Detrás de todo esto hay un tufo a homofobia".


No se le deja "en la calle"
La diócesis ha señalado que a Vesin se le levantará la pena "en cuanto manifieste claramente su decisión de volver a la Iglesia". Y se le mantendrá el sueldo entre 6 y 12 meses más.


"Hacía tiempo que tenía encima esta espada de Damocles", afirmó el cura tras conocer la sanción, "pero no creí que llegasen tan lejos". Por su parte, el secrtario de la Gran Logia Nacional de Francia, Claude Legrand, considera que la decisión es "excepcional" porque hay "un buen puñado" de sacerdotes entre sus 26.000  miembros.

UN CATÓLICO NO PUEDE SER MASÓN Y MENOS UN SACERDOTE , OBISPO o PAPA 
A lo largo de su historia la Iglesia católica ha condenado y desaconsejado a sus fieles la pertenencia a asociaciones que se declaraban ateas y contra la religión, o que podían poner en peligro la fe. Entre estas asociaciones se encuentra la masonería.
Actualmente, la legislación se rige por el Código de Derecho Canónico promulgado por el Papa Juan Pablo II el 25 de enero de 1983, que, en su canon 1374, señala:
"Quien se inscribe en una asociación que maquina contra la Iglesia debe ser castigado con una pena justa; quien promueve o dirige esa asociación ha de ser castigado con entredicho".
Esta nueva redacción, sin embargo, supuso dos novedades respecto al Código de 1917: la pena no es automática y no se menciona expresamente a la masonería como asociación que conspire contra la Iglesia.
Previendo posibles confusiones, un día antes de que entrara en vigor la nueva ley eclesiástica del año 1983, fue publicada una declaración firmada por el Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. En ella se señala que el criterio de la Iglesia no ha variado en absoluto con respecto a las anteriores declaraciones, y la nominación expresa de la masonería se había omitido por incluirla junto a otras asociaciones. Se indica, además, que los principios de la masonería siguen siendo incompatibles con la doctrina de la Iglesia, y que los fieles que pertenezcan a asociaciones masónicas no pueden acceder a la Sagrada Comunión.
En este sentido, la Iglesia ha condenado siempre la masonería. En el siglo XVIII los Papas lo hicieron con mucha más fuerza, y en el XIX persistieron en ello. En el Código de Derecho Canónico de 1917 se excomulgaba a los católicos que dieran su nombre a la masonería, y en el de 1983 el canon de la excomunión desaparece, junto con la mención explícita de la masonería, lo que ha podido crear en algunos la falsa opinión de que la Iglesia poco menos que aprueba a la masonería.
Es difícil hallar un tema -explica Federico R. Aznar Gil, en su ensayo La pertenencia de los católicos a las agrupaciones masónicas según la legislación canónica actual (1995)- sobre el que las autoridades de la Iglesia católica se hayan pronunciado tan reiteradamente como en el de la masonería: desde 1738 a 1980 se conservan no menos de 371 documentos sobre la masonería, a los que hay que añadir las abundantes intervenciones de los dicasterios de la Curia Romana y, a partir sobre todo del Concilio Vaticano II, las no menos numerosas declaraciones de las Conferencias Episcopales y de los obispos de todo el mundo. Todo ello está indicando que nos encontramos ante una cuestión vivamente debatida, fuertemente sentida y cuya discusión no se puede considerar cerrada.
Casi desde su aparición, la masonería generó preocupaciones en la Iglesia. Clemente XII, en "In eminenti", había condenado a la masonería. Más tarde, León XIII, en su encíclica "Humanum genus", de 20 de abril de 1884, la calificaba de organización secreta, enemigo astuto y calculador, negadora de los principios fundamentales de la doctrina de la Iglesia. 
En el canon 2335 del Código de Derecho Canónico de 1917 establecía que "los que dan su nombre a la secta masónica, o a otras asociaciones del mismo género, que maquinan contra la Iglesia o contra las potestades civiles legítimas, incurren ipso facto en excomunión simplemente reservada a la Sede Apostólica".

El delito -según Federico R. Aznar Gil- consistía en primer lugar en dar el nombre o inscribirse en determinadas asociaciones (...) En segundo lugar, la inscripción se debía realizar en alguna asociación que maquinase contra la Iglesia: se entendía que maquinaba "aquella sociedad que, por su propio fin, ejerce una actividad rebelde y subversiva o las favorece, ya por la propia acción de los miembros, ya por la propagación de la doctrina subversiva; que, de forma oral o por escrito, actúa para destruir la Iglesia, esto es, su doctrina, autoridades en cuanto tales, derechos, o la legítima potestad civil" (...) En tercer lugar, las sociedades penalizadas eran la masonería y otras del mismo género, con lo cual el Código de Derecho Canónico establecía una clara distinción: mientras que el ingreso en la masonería era castigado automáticamente con la pena de excomunión, la pertenencia a otras asociaciones tenía que ser explícitamente declarada como delictiva por la autoridad eclesiástica en cada caso.
Los motivos que argumentaba la Iglesia católica para su condena a la masonería eran fundamentalmente: el carácter secreto de la organización, el juramento que garantizaba ese carácter oculto de sus actividades y los complots perturbadores que la masonería llevaba a cabo en contra de la Iglesia y los legítimos poderes civiles. La pena establecía directamente la excomunión, estableciéndose además una pena especial para los clérigos y los religiosos en el canon 2336.
También se recordaban las condiciones establecidas para proceder a la absolución de esta excomunión, que consistían en el alejamiento y la separación de la masonería, reparación del escándalo del mejor modo posible, y cumplimiento de la penitencia impuesta.
Las consecuencias de la excomunión incluían, por ejemplo, la privación de la sepultura eclesiástica y de cualquier misa exequial, de ser padrinos de bautismo, de confirmación, de no ser admitidos en el noviciado, y el consejo -en este caso a las mujeres- de no contraer matrimonio con masones, así como la prohibición al párroco de asistir a las nupcias sin consultar con el Ordinario.

A partir de la celebración del Concilio Vaticano II, un incipiente diálogo entre masones y católicos hizo que la situación comenzara a cambiar. Algunos Episcopados (de Francia, Países Escandinavos, Inglaterra, Brasil o Estados Unidos) empezaron a revisar la actitud ante la masonería; por un lado, revisando desde la historia los motivos que llevaron a adoptar a la Iglesia su actitud condenatoria, tales como su moral racionalista masónica, el sincretismo, las medidas anticlericales promovidas y defendidas por masones; y, por otro lado, se cuestionó que pudiera entenderse a la masonería como un solo bloque, sin tener en cuenta la escisión entre masonería regular, ortodoxa y tradicional, religiosa y apolítica aparentemente, y la segunda, la irregular, irreligiosa, política, heterodoxa.
Estos motivos y las más o menos constantes peticiones llegadas de varias partes del mundo a Roma, diálogos y debates, hicieron que, entre 1974 y 1983, la Congregación para la Doctrina de la Fe retomase los estudios sobre la masonería y publicase tres documentos que supusieron una nueva interpretación del canon 2335. En este ambiente de cambios, no extraña que el cardenal J. Krol, arzobispo de Filadelfia, preguntase a la Congregación para la Doctrina de la Santa Fe si la excomunión para los católicos que se afiliaban a la masonería seguía estando en vigor. La respuesta a su pregunta la dio la Congregación a través de su Prefecto, en una carta de 19 de julio de 1974. En ella se explica que, durante un amplio examen de la situación, se había hallado una gran divergencia en las opiniones, según los países. La Sede Apostólica no creía oportuno, consecuentemente, elaborar una modificación de la legislación vigente hasta que se promulgara el nuevo Código de Derecho Canónico. Se advertía, sin embargo, en la carta, que existían casos particulares, pero que continuaba la misma pena para aquellos católicos que diesen su nombre a asociaciones que realmente maquinasen contra la Iglesia. Mientras que para los clérigos, religiosos y miembros de institutos seculares la prohibición seguía siendo expresa para su afiliación a cualquiera de las asociaciones masónicas. La novedad en esta carta residía en la admisión, por parte de la Iglesia católica, de que podían existir asociaciones masónicas que no conspiraban en ningún sentido contra la Iglesia católica ni contra la fe de sus miembros.
Las dudas no tardaron en plantearse: ¿cuál era el criterio para verificar si una asociación masónica conspiraba o no contra la Iglesia?; y ¿qué sentido y extensión debía darse a la expresión conspirar contra la Iglesia?

El clima generalizado de acercamiento entre las tesis de algunos católicos y masones fue roto por la declaración del 28 de abril de 1980 de la Conferencia Episcopal Alemana sobre la pertenencia de los católicos a la masonería. Como recoge Federico R. Aznar Gil, la declaración explicaba que, durante los años 1974 y 1980, se habían mantenido numerosos coloquios oficiales entre católicos y masones; que por parte católica se habían examinado los rituales masónicos de los tres primeros grados; y que los obispos católicos habían llegado a la conclusión de que había oposiciones fundamentales e insuperables entre ambas partes:
"La masonería -decían los obispos alemanes- no ha cambiado en su esencia. La pertenencia a la misma cuestiona los fundamentos de la existencia cristiana" (.) Las principales razones alegadas para ello fueron las siguientes: la cosmología o visión del mundo de los masones no es unitaria, sino relativa, subjetiva, y no se puede armonizar con la fe cristiana; el concepto de verdad es, asimismo, relativista, negando la posibilidad de un conocimiento objetivo de la verdad, lo que no es compatible con el concepto católico; también el concepto de religión es relativista (.) y no coincide con la convicción fundamental del cristianismo, el concepto de Dios, simbolizado a través del "Gran Arquitecto del Universo" es de tipo deístico y no hay ningún conocimiento objetivo de Dios en el sentido del concepto personal del Dios del teísmo, y está transido de relativismo, lo cual mina los fundamentos de la concepción de Dios de los católicos (.)
El 17 de febrero de 1981, la Congregación para la Doctrina de la Fe publicaba una declaración en la que afirma de nuevo la excomunión para los católicos que den su nombre a la secta masónica y a otras asociaciones del mismo género, con lo cual, la actitud de la Iglesia permanece invariable, e invariable permanece aún en nuestros días.
Profundice sobre este tema en el artículo de la Enciclopedia Católica:
http://www.enciclopediacatolica.com/f/francmasoneria.htm


OREMOS POR LOS SACERDOTES 
Mi Señor Jesús Todopoderoso y humilde, Hijo de la Virgen Concebida sin mancha. El más bello, el más rico, el más poderoso. El más perfecto y cumplido de todos los amantes. Mi salvador y mi dueño. Te suplico santifiques al Santo Padre, a todos los sacerdotes y seminaristas del mundo. Apártalos de las tentaciones, y líbralos del maligno y de su secta negra (la masonería) , del mundo, de la carne, y cuando los lobos de los sentidos los asalten, ¡Sálvalos por medio de María! Mi Señor de misericordia infinita danos muchas familias santas cuyos frutos sean muchos sacerdotes santos. Virgen María, Reina de los sacerdotes, junto con tu Divino Esposo, el Espíritu Santo ¡Transfórmalos a todos en tu Hijo Jesús!

Amén